De a ratos pienso que es lo primero. Te disfrazas de héroe de tu fantasía tan parcial y totalmente sangrienta. Esa que te inventaste como redentor de los hombres; aunque mueran como el chofer, aunque sufran eternamente como el hijo de Luna.
Ay, Laurta, hijo de tu mamá que en Uruguay la condena la vergüenza. No es risa de loco, ni de monstruo, ni demonio. No, Laurta. Vos sos un hombre y vas a serlo siempre y, ojalá, encerrado y lejos de todos.
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Puede ser un gesto de “esfuerzo”. Ese empeño que tenés de propalarte. Vas a tener tiempo de buscar el significado del verbo propalar. Ojalá no lo conjugues más.
Te vi pasar y vi cómo ibas tirando frases de odio y retraso como quien siembra un infierno ¿Sabés qué, Laurta? Hoy te sentís la monstruosa Hidra de Hércules. Confiás que, cortada tu cabeza en las rejas, dos van a aparecer para perpetuarte afuera. Sueño con que no. Es mi sueño de hombre: no unirme a tus varones.
Hoy lamento adivinar tus gestos porque alguien no calculó tus pasos.