Si no hay una potencia que lance su mirada hacia un conflicto en el hemisferio sur, el mundo parece no enterarse. Ríos de tinta corrieron para describir los horrores de la guerra en Gaza y en Ucrania, pero de los ríos de sangre que corren en Sudán y en Nigeria poco y nada se habla en los grandes medios de comunicación de Occidente.
Muchas voces del hemisferio norte hicieron bien en denunciar la catástrofe humana que implicó la monstruosa guerra entre Hamás y el ejército israelí. Las partes enfrentadas cometieron crímenes espantosos y la población civil quedó en medio de un despiadado y criminal fuego cruzado. Lo que no se entiende es que muy pocas de las voces de ese coro mundial, se hayan alzado también para denunciar las masacres sistemáticas, con pogromos devastadores contra cientos de aldeas y violaciones masivas de mujeres y niñas que llevan tiempo azolando Sudán.

Tanto el ejército como la milicia Fuerzas de Acción Rápida (FAR) llevan adelante una guerra de exterminio en la que el factor étnico es determinante. Las etnias cristianas y animistas, así como los musulmanes que no son de raza árabe, han sido exterminadas desde principios del siglo en marcha, primero por las fuerzas Janjaweed, milicia musulmana árabe, y ahora por la llamada Fuerza de Acción Rápida (FAR) que se originó dentro de los Janjaweed y hoy comanda el sanguinario Mohamed Dagalo.
Desde el 2023 el general Dagalo, al que llaman Hemedti y cuenta con el apoyo del Grupo Wagner, enfrenta al ejército sudanés comandado por el general Abdel Burgan. Ambas partes cometen masacres, violaciones en masa y despiadadas limpiezas étnicas.
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Las imágenes del desplazamiento de millones de personas y los datos que revelan una hambruna en marcha, aparecen por doquier, pero siguen sin aparecer los esfuerzos internacionales y las muestras de repudio.
También vuelve a ser noticia Nigeria, pero porque Donald Trump amenazó con bombardear ese país del occidente africano debido a las masacres que sufren las comunidades cristianas. En rigor, las víctimas de las masacres que perpetra el yihadismo islamista no son sólo las comunidades cristianas. Las bandas yihadistas adheridas a Boko Haram atacan con afán de exterminio también a las comunidades musulmanas, igual que en otros países del Sahel donde avanza el ultraislamismo con ferocidad y con poca contención, porque el mundo le sigue dando la espalda a Africa.



