A partir de ahora, en el conservadurismo trumpista empezarán a describir a Zohran Mamdani como un ultraislamista. El objetivo será conjurar que, en la próxima elección presidencial, ocurra lo que ocurre en “Sumisión”, la novela de Michel Houellebeck en la que un musulmán conquista en las urnas la presidencia de Francia y comienza a convertir en islamista a la cuna del secularismo europeo.
Cuando las torres gemelas ardieron como antorchas hasta hundirse en el vientre de Manhattan, nadie habría imaginado que un musulmán podría alguna vez convertirse en alcalde de la ciudad que sufrió aquel ataque exterminador. Sin embargo, 24 años después del día en que el ultraislamismo mató miles de norteamericanos en nombre de Al Qaeda, los neoyorquinos votaron masivamente como alcalde a un joven musulmán que nació en Uganda de padres indios.
Nada le falta a Zohran Mamdani para ser todo lo opuesto a Donald Trump. Es inmigrante, del Partido Demócrata, profesa el Islam y se define como socialista. Por cierto, ser musulmán no implica ser ultraislamista, así como definirse como socialista en Estados Unidos no implica ser comunista, el sello que de manera infame le puso el presidente al candidato que se convirtió en alcalde de Nueva York.
No fue el único cachetazo que recibió Trump el domingo. En la elección para el gobierno de New Jersey perdió el republicano Jack Cittarelli y se convirtió en gobernadora la demócrata Mikie Sherrill, mientras que en la competencia por la gobernación de Virginia se impuso la demócrata Abigail Spanberger.
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El partido opositor ganó también las alcaldías de ciudades clave, como Cincinnati (donde fue derrotado el hermano del vicepresidente J.D. Vance), Detroit, Atlanta y Pittsburgh. Pero la otra gran derrota de Trump se dio en California, donde un referéndum lo enfrentaba con quien se perfila como su mayor desafiante a escala nacional: el demócrata Gavin Newsom. Y la aprobación a la propuesta del gobernador progresista superó el 65%, lo que implicó una durísima derrota para el presidente conservador.
De todos modos, Nueva York es el epicentro del tembladeral que sacude a Donald Trump. Los tres candidatos que compitieron por gobernar la ciudad expresan a la inmigración. El candidato republicano Curtis Sliwa tiene sangre italiana y polaca; Andrew Cuomo es nieto de italianos y Mamdani nació en África, de padres indios, y vivió en Sudáfrica antes de llegar a América siendo niño.
Como el candidato republicano no aparecía en las encuestas, Trump tuvo que apoyar a Andrew Cuomo, quien como gobernador del estado de Nueva York lo enfrentó fuertemente durante la pandemia porque desde la Casa Blanca le retaceaba las ayudas médicas.
Cuomo es un demócrata de pura cepa, pero cometió dos fraudes morales: primero, las conductas sexuales inaceptables que lo obligaron a renunciar antes de cumplir su segundo mandato como gobernador. Segundo, candidatearse como independiente después de haber perdido las primarias frente a Mamdani.
No hay ley que lo establezca, pero el sentido común indica claramente que quien pierde una elección interna queda fuera de la carrera electoral en cuestión. Pues bien, Cuomo traicionó ese principio implícito de la ética política al candidatearse por fuera de su partido tras perder la primaria.
De tal modo, el presidente que lanzó la mayor y más cruel cacería de inmigrantes de la historia norteamericana, para evitar que gobierno la ciudad de Nueva York un musulmán nacido en Uganda que se sitúa a la izquierda de Berni Sanders y de Elizabeth Warren y lo desafía de manera aún más enérgica que Gavin Newsom, se vio obligado a apoyar al hijo de un prócer del progresismo neoyorquino: el célebre ex gobernador Mario Cuomo.
Trump volvió a recurrir al juego sucio para perjudicar a quien eligió como “enemigo” en ese escenario electoral. Dijo que Mamdani es “comunista” y advirtió a los neoyorquinos que si ganaba el candidato del Partido Demócrata, la ciudad se quedaría sin los fondos que por ley debe recibir del Estado federal. La misma treta turbia que usó para impedir un triunfo opositor en la reciente elección legislativa de Argentina.
Aún exhibiendo obscenamente ese lado oscuro, Trump fracasó en evitar el triunfo del musulmán socialista que, de ahora en más, será blanco de una campaña que, si no logra deportarlo como “inmigrante ilegal”, lo difamará como “ultraislamista”.