Todo el continente parece escuchar el tic tac del reloj que puso en marcha Donald Trump para que Nicolás maduro abandone el poder antes de que las fuerzas norteamericanas inicien ataques terrestres en Venezuela. El tiempo corre y la alternativa de salida pacífica parece estar en China, a quien la Casa Blanca y también el Palacio de Miraflores reclaman una mediación para evitar las acciones bélicas.
La otra posibilidad es que los militares venezolanos pacten conservar parte del poder, o al menos de los privilegios, además de la inmunidad que ya le garantizó María Corina Machado para que derroquen a Maduro y Diosdado Cabello, o los asesinen. Si nada de eso ocurre en los próximos días, a Trump no le quedará más alternativa que cumplir con su amenaza y lanzar operaciones sobre tierra firme.
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Esas operaciones deberían ser lo suficientemente contundentes como para garantizar la caída del régimen, porque el riesgo de que no lo logre de manera rápida, es empantanarse en un conflicto de baja intensidad que desgastaría velozmente al gobierno conservador de Estados Unidos.
El empantanamiento del conflicto beneficia al régimen, porque en el caos puede subsistir incluso más cómodamente que en un orden que cada vez le resulta más difícil controlar. En cambio, Trump vería acelerarse el desgaste que ya sufriendo su gobierno por los cuestionamientos jurídicos a los hundimientos de lanchas con ya casi un centenar de muertos ya crímenes más brutales, como la realización de un segundo ataque para matar a sobrevivientes de una embarcación atacada, lo cual puso en la cuerda floja al ministro de Guerra Pete Hegseth y proyecta sombras sobre el mandatario.
La hipótesis que puede extraerse de la conversación telefónica de la que Trump dijo que no fue ni buena ni mala, mientras Maduro guardó silencio al respecto, es que el jefe de la Casa Blanca le dijo que tenía que dejar el poder y exiliarse con su familia cuanto antes, a lo que el dictador venezolano habría respondido con una contrapropuesta: yo me voy del gobierno y del país, pero mi generalato queda al frente de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia.
A esa propuesta de Maduro, Trump no supo responder de inmediato ni calificar como buena o mala. Por un lado, debe haberle resultado positivo que el líder chavista aceptara dejar el poder en días o semanas, por otro no supo si era demasiado alto el precio a pagar, de dejar las fuerzas militares y de inteligencia en manos del chavismo.
Al parecer, la conversación telefónica no modificó la posición de ninguno de los dos. Los militares no dejarán salir a Maduro si ellos pueden ser despojados de sus mandos y Trump avanzó demasiado con sus amenazas de guerra para resignarse a no atacar y que todo siga como estaba antes del despliegue naval y el hundimiento de lanchas y la muerte de un centenar de navegantes.
Por eso la impresión reinante es que en días u horas comenzarán los disparos y los desembarcos.