No entendí muy bien la comparación que quiso hacer Mauricio Saillén con Agustín Tosco.
En sus redes, el dirigente del Surrbac, que está preso en Bouwer acusado de lavado de dinero, asociación ilícita, usura agravada y administración fraudulenta, a través de la obra social del gremio de los recolectores, publicó un mensaje comparándose con el histórico líder lucifuercista.
En un recorte periodístico que publicó Saillén, al lado de una foto de Agustín Tosco se lee el título: “Lo importante no es el tiempo que se está en prisión, sino la actitud que allí se asume”.
Mi opinión es que Tosco y Saillén no se parecen en casi nada.
Si algo caracterizó al Gringo es una vida entera de autosuperación de estudio y trabajo a lo largo de sus 45 años de existencia. Políticamente, se definió como marxista.
Si la cárcel es el punto en común que invoca Saillén, hay que recordar que al titular del Surrbac una investigación de hace cuatro años con datos muy comprometedores de la UIF (Unidad de Información Financiera) es el origen de su estadía en prisión.
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A diferencia de Tosco, que tempranamente estuvo tras las rejas perseguido por su militancia gremial durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu. Después del Cordobazo, Tosco fue nuevamente detenido y condenado a ocho años de prisión.
La estatura política de Tosco difícilmente se pueda equiparar. En 1973, el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) le ofreció la candidatura a la presidencia de la Nación, en el contexto del regreso a la Argentina de Juan Domingo Perón.
En 1974 Tosco tuvo que pasar a la clandestinidad perseguido por la derecha peronista. Murió en la clandestinidad en noviembre de 1975 y a su sepelio asistieron unas veinte mil personas, que fueron reprimidas salvajemente por la policía heredera del Navarrazo.
Tampoco veo puntos de comparación en la actividad gremial de uno y otro. Tosco se definía como antimperialista, antipatronal y antiburocrático. Por ende, un militante en las antípodas del caudillismo que caracteriza a Saillén.
El jefe de los recolectores, en connivencia con el poder político municipal, echó a una treintena de afiliados del Surbac que quisieron armar una lista opositora. Una patota del gremio los agredió salvajemente al punto que algunos terminaron en terapia intensiva.
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Sugestivamente, uno de los denunciantes de Saillén y su socio Catrambone sufrió un intento de asesinato.
No está de más decir que Tosco jamás tuvo cuentas con cientos de miles de dólares a su nombre, ni autos de lujo, ni familiares directos metidos groseramente en el gremio por la ventana.
El historiador Osvaldo Bayer calificó así Tosco: “El mejor líder obrero que conocí en mi vida. Un hijo del pueblo”.