Como un gran equilibrista, Alberto Fernández apuntó hacia diversos lados con el discurso de apertura de mandato, pero con el eje puesto en buscar su propio sello distintivo. El nuevo presidente intentó dar por inaugurado el “albertismo” para lo cual tiene unos cuantos desafíos fuera y dentro de la fuerza política que lo llevó a la Casa Rosada.
Su planteo de cerrar antagonismos, divisiones, enfrentamientos, su recurrente alusión a cerrar la grieta tiene mucho que ver con la necesidad que tiene Alberto Fernández de ampliar la base de sustentación por fuera del Frente de Todos.
La Cristina Fernández que relojeaba su discurso y que saludó con desdén a Mauricio Macri después del fuerte abrazo del saliente y el entrante es la gran incógnita en la construcción del nuevo poder en Argentina.
Alberto le agradeció al final a su vicepresidenta y mentora de su candidatura pero se detuvo en otras figuras para referenciarse, en especial Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner.
Del primer presidente de la democracia tomó varios conceptos. Alberto Fernández formó parte de aquella gestión con un cargo de segunda línea pero le quedó la idea de una fuerza política superadora de lo que era el bipartidismo en aquellos años y que se la planteó a Kirchner en 2003 con la famosa “transversalidad”.
Por encima de la grieta
Con asechanzas fuera y dentro de su fuerza, Alberto Fernández intentará superar esas divisiones en la política y en la sociedad, lo cual no parece ser una tarea que se resuelva por decreto.
Puso algunos ejemplos de que quiere alejarse de algunos planteos del macrismo y del kirchnerismo, como por caso el tema de la seguridad, en la cual planteó alejarse del movimiento pendular del garantismo y la mano dura.
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Pero también tuvo señales hacia los suyos, en especial en su cuestionamiento a los jueces que están juzgando la corrupción en el kirchnerismo, a los que acusó de actuar de manera persecutoria por orden de la gestión macrista. Fue el tramo más ovacionado en el Congreso, donde el kirchnerismo tendrá mayoría.
No hubo aplausos cuando se pronunció por encarar obra pública sin corrupción.
La agenda social
De principio a fin, Alberto Fernández definió como prioridad de su gestión la lucha contra el hambre y la desigualdad. A diferencia de Macri que había pedido ser juzgado por la cantidad de argentinos que sacaba de la “pobreza”, el nuevo presidente cambió esa vara por el “hambre”, que no son exactamente la misma cosa.
El plan económico será presentado en las próximas horas, tal vez mañana, y que se reformulará el presupuesto. Pero ya se adelantó que habrá recursos de otras áreas como los servicios de Inteligencia que destinarán a fondos sociales, que habrá planes de emergencia para asistir a los más necesitados, que se pedirán plazos para pagar la deuda externa sin desconocerla y que habrá aumentos de impuestos para los sectores de mayores ingresos.
Como lo viene haciendo desde las Paso, Alberto Fernández pidió paciencia porque los cambios no serán inmediatos.
Y para sostener ese pedido de tiempo, consideró a la herencia económica de Macri como “terrorífica”. Pese a la contundencia de semejante calificación, el nuevo presidente usó un tono moderado para repasar los números recibidos.
Una moderación que tuvo a lo largo de la mayoría de su alocución pero que abandonó por algunos momentos. Ahora, ya en funciones, los hechos irán poniendo en valor o no esas palabras.