Las urnas suelen marcar límites. No sólo para ratificar o cambiar gobiernos o mayorías parlamentarias sino también en que antes de votar generalmente los anuncios son todos positivos y después, aparece la catarata de malas nuevas. Aunque en Argentina, las malas siempre suelen ganarle por goleada a las buenas.
En los dos últimos turnos electorales nacionales, con el sistema de primarias, nos pasó a los argentinos más o menos lo mismo. Cachetazo para el oficialismo en las Paso, aluvión de anuncios para congraciarse con la población, resultado en la general que se revierte levemente pero no del todo y, después, agarrate Catalina que vamos a galopar.
Los oficialismos cambian pero la lógica se mantiene. Lo vimos con Mauricio Macri, con los Fernández y también lo vemos en los gobiernos locales como los de Juan Schiaretti y Martín Llaryora. Mucha buena nueva en el camino al cuarto oscuro y cuando la boleta entró por la ranura, la historia cambia.
La semana que pasó, la segunda después de la elección legislativa, tuvimos todas pálidas de los tres niveles de gobierno. En Córdoba, las gestiones de Schiaretti y Llaryora esperaron a que se votase para mandar un presupuesto que incluye alzas impositivas importantes, que más allá de que estén por encima o por debajo de la inflación demuestran que el sector público sigue haciéndole pagar el ajuste a particulares y al privado y no revisa ni una coma de sus gastos, mucho de ellos carente de sentido social ni productivo.
Platita al revés
El gobierno de Alberto Fernández lanzó el famoso plan “Platita” después del duro revés en las Paso pero ya mostró ahí su intención electoralista en la asignación de recursos públicos.
De la parte discrecional de los fondos que reparte el poder central (la otra está estipulada por ley de coparticipación), las provincias donde consideraban que no había posibilidad de revertir el resultado recibieron cero peso. Cero, como se lee, para Corrientes, Mendoza, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Córdoba. Si no me votan para qué les voy a mandar plata, parece ser el razonamiento.
Después de las urnas, se lanzó una especie de plan “Platita” pero invertido. En vez de dar el Estado la “platita” la saca.
Los planes de congelamiento se relajaron, al punto que se dispuso un programa de estabilización de precios para algunos cortes de carne sólo para el Amba y únicamente por un fin de semana.
Se avisó que se termina la prohibición de despidos y la obligación de la doble indemnización.
Se sugirió la posibilidad de aumentar las retenciones a la producción agropecuaria.
Se prohibió el pago en cuotas de viajes, hoteles y otros servicios en el exterior, una medida que parece traer más pérdidas que beneficios. Es que se hace para cuidar la salida de dólares pero si la gente no toma vuelos para irse tampoco habrá para que vengan viajeros con dólares. Además, del quebranto para operadores turísticos, plataformas de ventas de esos servicios y castigo a sectores medios de la población, que pagan en cuotas no sólo sus vacaciones sino viajes de formación, familiares o por algún otro motivo.
La idea de aislarse en un mundo que tiende siempre abrirse es compleja de entender.
¿Cristina sobreseída?
El gobierno preparó otro menú de cuestiones no económicas pero de impacto negativo.
La premura del Tribunal Oral Federal 5 en resolver una de la decena de causas en la que Cristina Fernández està involucrada antes de cambiar su composición forma parte del paquete poselectoral.
La urgencia y prioridad de Cristina tienen que ver con su situación judicial antes que cualquier otra cuestión.
Además, el presidente y la vice apuraron en el Congreso la ratificación de un centenar de decretos que merecerían cierta discusión antes de perder la mayoría en el Senado.
Para la próxima elección falta largo rato.