En una Argentina transida por los enfrentamientos y divisiones de los que los muertos también forman parte muy activa, Claudio Bonadio ya sin vida viene a desnudarnos sobre viejas deudas de nuestro sistema institucional y las flaquezas del que debería ser el pilar central de una sociedad: la Justicia.
En Bonadio se refleja la historia argentina, con sus contradicciones, avances, retrocesos y deudas pendientes.
Llegó al Poder Judicial de la mano de su militancia peronista, fue ahijado de Carlos Menem y Carlos Corach que lo hicieron juez federal y Domingo Cavallo, al romper con el menemismo, se encargó de exponerlo públicamente como uno de los jueces de la servilleta funcionales al poder.
Como sus colegas federales de Comodoro Py, supo de los equilibrios con el poder a medida que va cambiando y hasta empezó a acompañando con sus fallos al kirchnerismo cuando llegó al gobierno en 2003.
Pero esa relación se quebró y aquel Bonadio, como la gran mayoría de sus colegas, disciplinado a los intereses del poder de turno empezó a hurgar en el amplio espectro de sospechas K cuando Cristina Fernández estaba en el gobierno.
La entonces presidenta reaccionó con furia. En cadena nacional, lo tildó de “juez pistolero, mafioso y extorsionador”.
La primera acusación aludía a que el fallecido juez federal había matado a dos ladrones que lo asaltaron cuando iba en el auto con un amigo.
El kirchnerismo hizo todo lo posible por destituirlo pero nunca logró los votos en el Consejo de la Magistratura.
Y así, Bonadio se transformó en una especie de estandarte de la investigación de la corrupción kirchnerista.
Causas emblemáticas a juicio
Por su juzgado, pasaron las causas como dólar futuro, el manejo del hotel Los Sauces de la familia Kirchner con Lázaro Báez, la denuncia de Alberto Nisman por el pacto de impunidad con Irán y la famosa causa de los cuadernos, en la cual a través de las anotaciones de un chofer se fue desentrañando una fenomenal madeja de corrupción con la obra pública.
En varias de esas causas, Bonadio pidió la prisión preventiva de la senadora Fernández de Kirchner, aún a sabiendas del manto de protección del que gozaba con sus fueros en el Senado.
La mayoría de esos casos están elevados a juicio por lo cual su muerte, en principio, no debería afectarlos, ya que están en la instancia de Cámara.
Está claro que hubo varios Bonadios en vida. Tuvo conductas diferentes a lo largo de su carrera, en especial en esa ambivalente relación de ser sumiso y disciplinado del poder hasta enfrentarlo con cierta dosis de valentía.
El Bonadio vivo era, como la Argentina, contradictorio. El Bonadio muerto desata pasiones y ahonda diferencias. Apenas conocida la noticia de su deceso, algunos salieron a dudar de las causas de su fallecimiento y a emparentarlo con el Nisman (aunque atravesara hace rato un cuadro delicado de salud) y otros no dudaron a celebrar el fallecimiento y considerarlo un acto de justicia de la naturaleza, como insinúo el propio abogado de Cristina Fernández, Gregorio Dalbón.
Es que Bonadio se reflejaba en el espejo de la Argentina. Y la Argentina se seguirá reflejando en el espejo de Bonadio.