EL ÁRBOL Y EL BOSQUE
El árbol es la grosería de Caballero. 1 a 0 y la debacle anímica de un equipo que después no tuvo reacción. Ya se había equivocado así en el primer tiempo y nos salvamos por nada. Al parecer Sampaoli lo retó por no salir jugando y el arquero respondió al reto.
El árbol es Messi deambulando, ofuscado, molesto, abandonado por el carácter, dejando que se escurra una parte medular de su prestigio.
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El árbol es Agüero, que evidentemente no está en condiciones físicas de un mundial. Se ve claramente eso en la cancha. Y un medio campo que no tiene juego. No tiene jugadores que se entiendan con la pelota a la velocidad que requiere el fútbol de hoy. Y una defensa mal parada que sufre horrores con los pelotazos cruzados. Y los voluntariosos Acuña, Meza (quizás los más destacados), Mercado, Salvio y Tagliafico que a mi juicio no tienen (o aún no tienen) nivel de mundial.
El árbol es el pobre Pavón que apenas los croatas lo vieron entrar le mandaron a la cancha un cerrojo y casi no pudo tocarla. Y Dybala, que hizo lo que pudo en medio del caos. El árbol también es que Otamendi y Mascherano respondieron lo suficiente hasta que el equipo se descontroló por completo en el 2 a 0.
LA SEQUOIA
Sampaoli es el árbol más notorio del bosque. Pero árbol al fin. Llegó con ínfulas de renovación y terminó poniendo los mismos de siempre. El azar lo decapitó cuando el arquero que él puso, porque juega bien con los pies, entregó el partido por una grosería impropia de un mundial, mientras el hombre del momento, Armani, uno de los pocos jugadores del plantel que llegó al campeonato en la cúspide de su rendimiento, dormía el sueño de los justos en el banco de suplentes.
En la desesperación, el árbol mayor metió a Dybala, que nunca entrenó con el equipo titular, y no tuvo la repentización de no sacar a Agüero cuando, con Higuaín listo para entrar, nos meten el primer gol. Jugó con su famosa línea de tres que padeció las de Caín, hasta que Mascherano corrigió las cosas en la cancha, bajó a la zaga y mandó a Mercado a cubrir las subidas de Salvio.
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Sampaoli, el hombre que alardea con que no planifica porque planificar le quita el sabor al fútbol, lleva 180 minutos sin saber cómo carajo perforar la franja de equipos rivales que se le plantan entre mitad de la cancha y tres cuartos y no dejan pasar una pelota por ahí. Ni una idea se le cayó siquiera de cuál es el mejor lugar de la cancha para que juegue Messi en esas circunstancias y volvió a dejar sin jugar a Lo Celso (con el que probó en toda la etapa previa), que al menos podría haber intentado algún pase filtrado. El improvisador Sampaoli mandó de titular a Enzo Pérez en el partido más importante de la fase, cuando ni siquiera lo había tenido en cuenta para la lista de veintitrés. El hombre refutador de los planes, al que como su mentor le gusta atacar y atacar, dirigió un equipo que pateó diez veces, con el extraño récord de que ninguno de los tiros llegó al arco.
EL BOSQUE
¿Cómo puede pretender ganar un mundial una liga en la que votaron 75 representantes para elegir presidente y la votación terminó 38 a 38? Esa es la seriedad del fútbol argentino. Tres técnicos distintos en cuatro años, tres presidente distintos, un abandono casi terminal de las selecciones juveniles que en tiempos no muy lejanos ganaba todo lo que jugaba, hasta los premios fair play. Una liga que tiene en su seno una Superliga que maneja el fútbol profesional pero no a la Selección, un mercado de pases en el que los jugadores y los técnicos rotan de un equipo a otro de la mano de representantes que se siguen llenando los bolsillos mientras se empobrecen los clubes.
EL BOSQUE QUE NO DEJA VER EL ÁRBOL
Nadie ha podido determinar a ciencia cierta cuánto maneja Messi el movimiento de la AFA. Dicen que el padre controla todo porque sin Lionel recaudarían un 70 por ciento menos en sponsors, partidos oficiales y amistosos. Y que a cambio de ese juego, pidió que rodeen a su hijo de sus mejores amigos (Agüero, Di María, Higuaín, Banega). Dicen que por eso se fueron Martino y Bauza y Sampaoli debió retroceder en su afán de renovación. Dicen. Dicen.
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Los argentinos nos preocupamos de la Selección tres partidos antes del final de la eliminatoria, no vaya a ser cosa que no tengamos un Mundial para ver o para viajar. Pero no se puede cosechar lo que no se siembra. Sería notoriamente injusto que una hipotética victoria de Nigeria (o empate) frente a Islandia nos haga pasar de ronda después de los papelones que estamos haciendo dentro y fuera de la cancha. Como me dijo antes de salir para Rusia un hombre que fue demasiado importante en la historia del fútbol argentino: “Es necesario que la Selección se vuelva cuanto antes, si no la runfla que maneja la AFA no larga más el curro”.