Empiezo por elogiar a Islandia. Un país que saca jugadores de entre 300 mil habitantes contra uno que los saca entre 40 millones. Islandia invierte el 1% de Argentina en sostener un fútbol casi amateur y su plantel cuesta diez veces menos que el multimillonario nuestro.
Con esa escasez de recursos no le queda otro remedio que defenderse. Y se defendió maravillosamente bien. No se metió atrás a aguantar un resultado. Armó un bloque compacto en 30 metros que generalmente se paraba entre la mitad de la cancha y su línea de tres cuartos y no dejaba pasar una pelota por esa zona.
Estudió que el problema argentino era el traslado de la pelota desde el centro medio hacia el ataque y explotó al máximo esa debilidad. Cuando podía presionaba alto al punto de generar más de una zozobra en el arco argentino, antes del gol de Agüero y al menos hasta el uno a uno.
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A veces atacaba por las bandas, sobre todo el flojo sector izquierdo de la defensa argentina y cuando no podía tiraba pelotazos a espaldas de nuestros centrales y ganaba (Rojo puso en duda su continuidad como titular).
El 17, Aron Gunnarsson jugó un partidazo. El patrón del medio, que además de quitar y administrar con criterio era el técnico en la cancha. Y párrafo aparte para el buen pie del 10, Gylfi Sigurdsson.
En resumen, un equipo sin recursos naturales tiene que trabajar, estudiar, poner esfuerzo, tesón, voluntad, preparar hasta el último detalle de los partidos y usar lo que tiene lo mejor que puede. Todo eso hizo Islandia y se llevó un festejo merecido del estadio Spartak.
La no planificación
Lo dice Sampaoli en su libro. A él no le gusta planificar. Pues se notó. La defensa hace agua cada vez que la atacan profundo, cada vez que le tiran centros cruzados, cada vez que la encaran en el uno a uno. En el medio, a falta de pelotas para recuperar, Biglia se complicó varias veces en la salida y volvieron a convertirse con Mascherano en los “conductores” del equipo, un problema sin solución que arrastramos desde tiempos inmemoriales.
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Sampaoli es el típico improvisador nacional. Confía tanto en el talento que no prepara, no estudia. Los islandeses, cuando se les preguntaba cómo iban a parar a Messi, respondían con humildad, “bueno, Messi es un jugador, y este es un juego en el que juegan once”.
El talento luce cuando se le agrega trabajo, de lo contrario, sólo compensa. Parados frente a frente, fueron iguales. Un equipo de talentosos, técnicamente dotados, contra un equipo que sabía perfectamente lo que quería, que mantuvo todo el tiempo su orden táctico y que siempre fue consciente de sus virtudes y sus limitaciones.
La Messi dependencia
En Barcelona, Leonel Messi recibe casi siempre la pelota en “su lugar en el mundo”, tres cuartos de cancha sobre la derecha. Habitualmente de Busquets, o de Rakitic, o de Sergi Roberto (antes de Dani Alves) o de Iniesta cuando cruzan él o la pelota el meridiano de la cancha.
Pues ni Mascherano ni Biglia son Busquets, ni Salvio es Dani Alves (ni siquiera Sergi Roberto) y nadie es Iniesta. Ergo, Messi no la recibe en su zona de privilegio. Y cuando por imperio del azar lo hace, no tiene muchas alternativas.
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En Barcelona, Messi recibe y Luis Suárez traza una diagonal normalmente del medio hacia afuera, Iniesta se le queda atrás como potencial receptor para reiniciar el ataque por izquierda, Jordi Alba pica por la izquierda, Coutinho se para allí, en ese vértice del área como segunda opción del pelotazo cruzado; Sergi Roberto le pasa por derecha.
Cada uno de ellos arrastra marcas, y entonces Messi puede decidir a) empezar sus slalom hacia la izquierda para definir desde afuera del área, tirar paredes o habilitar un receptor de espaldas que aguanta y le devuelve la pelota al pie, b) desbordar por derecha hasta rematar al arco o meter el filoso pase atrás, c) un pase a cualquiera de sus compañeros.
Nada de eso ocurre en la albiceleste. Messi debe retroceder hasta incluso atrás de la mitad de la cancha, pedirla, correr 30 metros (con el innecesario desgaste físico que le genera), descargar y que Dios se ampare de su alma porque no le devuelven una redonda.
El problema adicional es que los rivales saben de esto, lo rodean, le cortan los circuitos posibles y cuando recibe tiene tres defensores encima. Pese a ello, sus compañeros no parecen hacer otra cosa que levantar la cabeza, buscarlo y dársela para que se las arregle, llueva, truene o caiga piedra.
Encima estaba salado. Tiros libres que muchas veces son gol pasaron rozando el travesaño o se clavaron en los pirinchos de los lungos islandeses. Remates con pelota en movimiento que suelen ir adentro pasaron lamiendo los palos o se estrecharon en la espalda de sus propios compañeros (increíble la pelota de gol que le tapó Banega, cruzándosele en medio de un zurdazo con destino de red).
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Y el penal. En este caso pura responsabilidad suya. Él mismo declaró que decidió qué hacer en el momento (ergo no había estudiado) y que el problema fue una mala ejecución. Su estadística sostiene que ha malogrado el 23% de los penales que ha ejecutado en su carrera profesional. Un número muy alto para una superestrella de su nivel.
Los demás
Caballero entregó mal una pelota en defensa que pudo haber terminado en gol cuando iban 0 a 0, tapó un remate cruzado cuyo rebote terminó en gol. Poco para elogiar o reprochar, y aunque no va a perder el puesto por ello, mantuvo la duda sobre quién tiene que atajar.
Salvio se proyectó bien, resolvió mal y marcó más o menos. Otro en duda para el futuro.
Si Tagliafico va a jugar de carrilero como en buenos pasajes del partido contra Islandia, hay que pedir ya a Acuña que para eso es mejor. Defendiendo fue flojo, aunque no tanto como Rojo cuya titularidad le va a costar mantener.
Otamendi tuvo un nivel discreto pero tiene la fortuna del tuerto en el país de los ciegos. Mascherano correcto en defensa pero si va a conducir es preferible Lo Celso o que convoquen de urgencia a Gago.
Biglia es posible que no esté apto físicamente para ser titular. Y si no es un problema físico es futbolístico pero es altamente probable que no salga a la cancha contra Croacia.
Meza es voluntarioso, pero su habilidad todavía no resulta desequilibrante en el nivel de selección. Quizás Sampaoli pruebe con Enzo Pérez en la próxima, aunque suena preferible que le pida un poco más de sacrificio en la marca a Dybala y de una buena vez ponga un socio para que juegue con Messi.
Di María tiene un nivel bajísimo. Pavón en diez minutos hizo más que él en los 80 que jugó. Cambio cantado para lo que viene.
Agüero no hizo un buen partido pero mandó a guardar la única que tuvo. El Pipita hizo cosas interesantes el ratito que estuvo y Banega fue apenas algo mejor que Biglia por lo que se impondría Lo Celso ante Croacia (párrafo aparte para Sampaoli, practicó todo este tiempo con Lo Celso de doble cinco, a la hora de los bifes puso de titular a Biglia y cuando lo cambió entró Banega).
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Sampaoli, el improvisador
Para alguien que necesita tanto protagonismo, esta selección le queda grande. Llegó con ínfulas de renovación. Que Icardi, que Dybala, que Pizarro. Era lo que hacía falta. Y terminó con los mismos de siempre. Pudiendo armar un cuadrado ofensivo de 120 goles al año (Messi, Icardi, Dybala, Agüero), armó uno de 70 (Messi, Agüero, Meza, Di María).
Teniendo a tiro un ataque con un promedio de edad de 25/26 años, prefirió uno de casi 30. Es cierto que con el diario del lunes es más fácil, pero claramente Dybala, Icardi, Pavón, Rigoni, el mismo Lamela, más Messi y el Kun le hubieran dado otra intensidad al ataque de haberlo trabajado con el tiempo suficiente.
Lo mismo con el volante central. Teniendo a mano a Ascacíbar, Marcone y Kranevitter, era tiempo de piernas frescas. Respecto de la defensa está eximido. Excepción hecha de Otamendi, hay muchos defensores que pueden pelear el puesto en un sector de la cancha donde el problema es el sistema y el orden más que la técnica individual entre jugadores parejos.
Y allí es cierto que no hay mucho tiempo para trabajar con los de afuera. Aun así resulta extraño que juegue Rojo, sin continuidad en su equipo, y no Fazio, uno de los pilares de la Roma semifinalista de la Champion League.
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Lo que viene
En un campeonato corto las cosas pueden suceder por imperio de casualidades y hasta eventos misteriosos. Argentina puede salir campeón por razones como estas. Pero no es España 2010, que empezó perdiendo con Suiza 1 a 0 y terminó campeón. España jugaba bien, muy bien, y Argentina juega mal, y a veces muy mal.
Si Messi logra un baño reparador que le saque la sal del comienzo, tener al mejor del mundo siempre es un plus, pero no parece este un equipo que pueda atravesar sin dificultad los octavos o cuartos de final. Y jugando como ayer, incluso está en duda su clasificación.