No es común que un partido expulse de sus filas a un dirigente que en ese momento está ocupando nada menos que la presidencia del país.
Eso ocurrió en Bolivia, donde el hasta ahora oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) echó al presidente Luis Arce. De tal modo, el país quedó con un presidente sin partido y con un partido mayoritario al borde de partirse en dos.
La expulsión de Arce implica una victoria de Evo Morales en su disputa con el presidente por el control del partido.
El actual jefe de Estado ha intentado poner al MAS bajo su liderazgo, precisamente para debilitar a Evo Morales, quien desde el inicio del actual gobierno ha intentado que Arce acate sus directivas.
El MAS fue creado en la segunda mitad de la década del ’90, inicialmente como consecuencia del desarrollo político del movimiento cocalero con epicentro en la región del Chapare.
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Posteriormente se convirtió en un partido de masas, pero en el liderazgo quedó quien encabezaba el sindicato de los productores de coca del Chapare: Evo Morales.
El MAS llegó al poder en el 2005, con Morales como presidente, iniciando una seguidilla de mandatos por las reelecciones obtenidas en las urnas.
Evo Morales era el líder, su vicepresidente García Linera era el ideólogo, pero la pieza clave de esa maquinaria política exitosa era el ministro de Economía: Luis Alberto Arce.
El crecimiento económico sostenido permitió una política de inclusión social y de distribución de la renta. Arce era el artífice de los exitosos gobiernos de Morales. Después vino la decadencia, debido principalmente al afán de continuar en el poder de Evo Morales, quien recurrió a trapisondas institucionales que impactaron negativamente sobre su imagen.
Una elección fallida lo derribó del poder y, tras el interinato de Jeanine Áñez, se realizaron las elecciones que le devolvieron el gobierno al MAS, pero con Arce como presidente.
Desde el minuto uno de esa nueva gestión del MAS, Evo Morales se superpuso con el presidente Arce, como intentando que siga reconociéndolo como un superior en la estructura del poder.
Como Luis Arce ya no era un ministro de Morales ni estaba dispuesto a ponerse a la sombra de su liderazgo, lo que comenzó fue una pulseada por el poder. Y esa pulseada se libró con los codos apoyados sobre el MAS.
La guerra entre el actual mandatario y el ex jefe de Estado fue escalando en belicosidad. Entre otras cosas gravísimas, ambos se acusaron de ser socios del narcotráfico.
El MAS comenzó a crujir y es posible que se parta tras la expulsión del presidente Arce. Esa expulsión parece un triunfo de Morales sobre quien fue el artífice del mayor éxito de sus gobiernos. Sin embargo, de inmediato quedó a la vista que el presidente tiene con qué responder. Por caso, la poderosa Central Obrera Boliviana (COB) ya comenzó a embestir contra Morales.
La etapa más agresiva en la pelea entre Arce y Morales recién ha comenzado. Es difícil saber cuáles serán sus consecuencias. ¿Logrará Morales, consagrado candidato presidencial del MAS, reconquistar la presidencia? ¿Se romperá uno de los mayores partidos de la izquierda latinoamericana? ¿Es posible que a la próxima elección presidencial la disputen Luis Arce y Evo Morales?
Todo parece posible en esta guerra interna que sacude a la izquierda boliviana. Incluso que la derecha logre unir filas y se imponga en las urnas.