Resulta obvio que, con su incursión exterminadora sobre blancos civiles, el objetivo de Hamas es romper los Pactos de Abraham y obstruir el avance hacia un acuerdo saudí-israelí. También hay una aspiración de máxima: que la respuesta israelí sobre Gaza sea tan impiadosa y destructiva, que el conflicto desborde las fronteras y los países árabes se vean obligados a atacar a los israelíes.
Las masacres de civiles inermes fueron el agitar de la capa roja con que el torero provoca la embestida del toro, para ir clavándole banderillas hasta desangrarlo. En este caso, lo que busca el torero es una embestida que desborde el escenario de la corrida.
El primer paso del desborde del conflicto sería con Líbano y con Siria, desde donde lanzaron misiles sobre Galilea cuando empezaron los bombardeos israelíes a Gaza, la urbe más densamente poblada que está en la Franja costera.
Se puede decir que los ataques desde Líbano y Siria fueron demasiado tenues como para hablar de un plan de rebasamiento del conflicto en la región. Sin embargo, lo que tiene lógica no es un ataque de Hizbolá y del régimen de Bashar al Asad cuando lo que flota en el mundo todavía es el escozor por las masacres de civiles en el ataque genocida de Hamas. El ataque a Israel desde el norte puede cobrar intensidad cuando la ofensiva lanzada por el gobierno de Netanyahu sobre la Franja de Gaza evidencie sus estragos sobre una de las principales víctimas de Hamas y de Netanyahu: los palestinos de esa ínfima porción de territorio sometida por la organización ultraislamista y sus brazos militares: Ezzedim al Kasem y Yihad Islámica Palestina, y también por los bloqueos y bombardeos israelíes.
Cuando las imágenes de muerte y destrucción provenientes de Gaza reemplacen a las imágenes de muerte y destrucción que dejó el cruel ataque de Hamas en ciudades, moshavas (aldeas agrícolas) y kibutzim israelíes, entonces los ataques de Hezbolá sobre Galilea y del régimen sirio a blancos judíos en las Alturas del Golán redoblarán la presión para que los regímenes árabes que se están entendiendo con Israel, reviertan ese acercamiento en aislamiento y, si el desborde del conflicto cobra demasiada intensidad, en nuevas guerras entre estados árabes y el Estado judío.
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Los llamados Acuerdos de Abraham implicaron el reconocimiento a Israel por parte de Bahrein, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos, países que se sumaron al reconocimiento del Estado judío que habían hecho Egipto en 1979 y el reino hachemita de Jordania en 1994.
Esos acuerdos aíslan a Irán en la región, anatema que se completaría con un acuerdo saudí-israelí. Por eso tiene lógica sospechar que los ayatolas iraníes están detrás de las masacres genocidas del “sábado negro”. Un desborde del conflicto que incendie el Oriente Medio conviene también al Kremlin de Vladimir Putin, porque diversificaría los esfuerzos de la OTAN para sostener la lucha de los ucranianos contra la invasión rusa.
La pregunta es si el gobierno de Israel cometerá el mismo error que cometió George W. Bush después del 11-S.
Sintiéndose habilitados para todo por el carácter genocida del ataque de Al Qaeda, los belicistas Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, secretario y subsecretario de Defensa en aquel momento, empujaron al presidente a invadir Irak. Contaron con el apoyo del vicepresidente Cheney, que veía en esa guerra una oportunidad de millonarios negocios para empresas allegadas. El hecho es que esa invasión no tenía sentido, porque aunque era un dictador criminal, Saddam Hussein no había tenido nada que ver con el 11-S. Y fue un error catastrófico, porque convirtió a Irak en un agujero negro que supuró jihadismo lunático de alta letalidad, que aun hoy hace correr ríos de sangre en muchas partes del mundo.
Hamas quiere que Israel entre a Gaza y abra la Caja de Pandora.
Israel sabe que su respuesta ya no puede ser una operación que, como las del 2009 (llamada Plomo Fundido) y del 2014 (llamada Borde Protector), causó estratos a la población palestina a pesar de que no pretendía extirpar el tumor, Hamas, sino a remover lo que se pueda del nódulo canceroso para tener un recreo de paz hasta el próximo ataque.
La envergadura y crueldad del golpe recibido en su propio territorio le impone, esta vez, una operación apuntada a extirpar el tumor en su totalidad.
¿Podrá hacerlo, o logrará Hamas que Israel abra la caja de Pandora como lo hizo Bush al invadir Irak?