Salía de la Gurdwara y lo acribillaron a balazos dos hombres que se escabulleron entre los árboles del parque que está al frente de ese templo sij.
Hareep Singh Nijjab se desangró en la puerta de la Gurdwara más importante de la comunidad sij de la Columbia Británica. Ese crimen en los suburbios de Vancouver generó una crisis entre Canadá y la India. Justin Troudeau lanzó su dedo acusador hacia Nueva Delhi. Los investigadores policiales y la agencia canadiense de inteligencia encontró indicios de que el gobierno ultranacionalista del gigante asiático habría usado el largo brazo de la RAW (Ala de Investigación y Análisis), que es el aparato de inteligencia exterior de la India, para eliminar a un líder independentista al que acusaba de financiar “terrorismo” sij en Punjab.
Enfrentar al influyente líder de una potencia emergente como la del subcontinente asiático, no es fácil. Pero la comunidad sij, que representa el 1,7 por ciento de la población total de la India, tiene en Canadá una diáspora que representa más del dos por ciento de la población de ese país norteamericano.
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El señalado por el dedo de Justin Troudeau no es un líder marginal, como el dictador norcoreano Kim Jong-un, o los generales golpistas del Africa subsahariana, o el ayatola iraní Alí Jamenei o el jefe de los talibanes afganos. El señalado por el dedo acusador del mandatario canadiense es nada menos que Narendra Modi, el primer ministro del país más poblado del mundo y de una de las economías emergentes más pujantes. Un gobernante hiperactivo y relacionado con líderes mundiales de primera línea, lo que demostró sobradamente como anfitrión de la reciente cumbre del G20 en Nueva Delhi.
¿Qué es el independentismo sij? ¿Por qué un gobernante indio pudo haber ordenado asesinar a un dirigente sij en Canadá?
El sijismo es una religión monoteísta creada en el siglo XV por Gurú Nanak, el primero de los diez grandes maestros sijs. La doctrina se nutre del Corán y de los Vedas, porque al surgir en una región que siempre estuvo tensionada por los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes, buscó integrar esas dos religiones en una nueva religión que convirtiera esa tierra de tensiones y enfrentamientos en una tierra de encuentro y reconciliación.
Sij significa “discípulo” y los casi 25 millones de adeptos que tiene en India y en países extranjeros como Reino Unidos, Canadá y Australia, siguen los preceptos del sagrado libro Siri Guru Granth Sahib Ji.
El sijismo fue la religión oficial en el Gran Imperio del Jalistán, que abarcó los actuales estados indios de Punyab, Haryana, Himachal Pradesh, Chandijar y Delhi, así como porciones de Cachemira y Rajastán.
El esplendor de Jalistán se extendió desde el siglo XVIII hasta mediados del XIX. Pero el sijismo siguió siendo la religión dominante en esas tierras en las que hindúes y musulmanes habían coincidido sólo en venerar al Gurú Nanak.
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Tanto en la era británica como en la India independiente, el norteño estado del Punjab fue el epicentro de la cultura sij y de la idea de crear un estado sij: Jalistán. El movimiento independentista impulsó en 1984 la masiva ocupación del Templo Dorado de Amritsar, principal santuario de los sijs en la ciudad sagrada penjabi. Indira Gandhi envió el ejército a reprimir, causando más de mil muertes en los recintos de la Gurdwara más venerada por los fieles del sijismo.
En la masacre murió Bhindranwale, el líder de la insurgencia independentista de los sijs.
La venganza de los independentistas sijs que luchan para separar el Punyab de la India y recrear el Jalistán, llegó cuatro meses más tarde, cuando la primera ministra que ordenó la masacre en el Templo Dorado de Amritsar, fue acribillada a balazos en su residencia de Nueva Delhi por dos de sus guardaespaldas, que eran sijs.
El terrorismo sij provocó también el derribo de un avión de Air India que había despegado de Montreal con dirección a Londres, en lo que ha sido el peor atentado terrorista perpetrado en Canadá.
La violencia sij ocupó las décadas del setenta y ochenta, pero el gobierno indio, a través de su aparato de inteligencia exterior, la RAW, habría ejecutado el asesinato de junio en Vancouver.
La acusación de Trudeau al gobierno nacional-hinduista de Narendra Modi, que se caracteriza por acosar a las minorías religiosas, en particular a musulmanes y sijs, ha generado una fuerte tensión diplomática entre ambos países. Ninguno está cómodo con la situación, porque Canadá es un fuerte inversor en la economía india, que resulta tentadora para las empresas canadienses por su fuerte crecimiento económico, mientras que a India, con graves disputas fronterizas con China, no le resulta conveniente una ruptura con un miembro de los Cinco Ojos, la alianza entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.
Trudeau sabe que Washington, Londres y Canberra no aceptarán fácilmente un enfrentamiento duro con Narendra Modi, porque la India es una de las contenciones al poderío y chino y no sería inteligente crearle a Nueva Dheli una razón para aliarse con Pekín.
Pero el primer ministro canadiense y sus aliados, saben también que permitirle al líder indio actuar como actúa Vladimir Putin, quien ha perpetrado varios asesinatos en territorio británico, no sería un buen precedente.