El hombre no había llegado a la Luna.
Pero ya hacía varios años que la señal de Canal Doce viajaba muy lejos por toda la provincia. Y por toda la región.
Pueblitos de San Luis, Catamarca y La Rioja también empezaban a recibir las transmisiones originadas en el Cerro de las Rosas de la ciudad de Córdoba.
Es más, las imágenes llegaron a muchos lugares antes que el teléfono.
En mi pueblo, Alicia, a 200 kilómetros al este en el departamento San Justo, el teléfono llegó tres años después que la señal de Canal Doce.
Con mis ocho años, fui un testigo privilegiado de aquel acontecimiento.
Por primera vez en la historia del pueblo, la gente caminaba hasta Casa Gilardoni, el almacén de ramos generales de mi padre y su socio Elison Liruso, para ver en blanco y negro.
En el libro de la historia de Alicia consta que la primera transmisión se vio en diciembre de 1964 y fue una emisión de Canal Doce, con la inolvidable versión de la Misa Criolla de Los Fronterizos, Ariel Ramírez, Domingo Cura, Chango Farías Gómez y Raúl Barboza.
Todavía no era de noche. Y, a decir verdad, mis paisanos no tenían un lugar confortable para ver desde la vereda el único televisor del pueblo marca Phillips.
Era una improvisada vidriera, que, a su vez, era una de las puertas de ingreso al negocio en la calle principal. Por lo tanto, tenían que mirar de parados.
Nuestros padres, y las familias de los empleados de Casa Gilardoni, disfrutábamos en algunos sillones con almohadones de plástico rojo, como si se tratara de un improvisado VIP.
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Ahora las imágenes de Canal Doce viajan velozmente en la memoria de miles de personas que no olvidan las entretenidísimas horas de Sábados Circulares de Pipo Mancera. Allí vimos a un veinteañoero Alberto Cortez, cantar “Cuando un amigo se va”.
En la historia de la televisión argentina nunca hubo un programa de 80 puntos de rating.
Olga, mi madre, mientras yo había los deberes de la primaria, no se perdía ningún capítulo de la célebre novela Rolando Rivas taxista, con Claudio García Satur, Nora Carpena, Thelma Biral y Soledad Silveyra.
Cuando niño, le ponía pausa a la pelota de cuero y al campito, para tomar la leche viendo Los Picapiedras, El Zorro, Viaje a las Estrellas, Perdidos en el Espacio, Jim West.
Hay programas, locutores, periodistas que están grabados en la retina de la gente que nos sigue desde aquella época.
Como no recordar la gloriosa voz de Oscar Luna cuando Canal Doce abría la transmisión. A Clidy Suarez leyendo las placas de la publicidad.
A María Esther con sus 28 años conduciendo Espectáculo Hora Cero.
Quién no recuerda la elegancia de la dupla Tito Bosch y Víctor Stasyszyn conduciendo ese otro hito de la televisión cordobesa, El Repórter Esso, que inicialmente iba a las 21, con la producción del pionero Julio Serbali. Para usar una frase común: eran tiempos en que los presentadores usaban gomina.
Pero hoy estamos aquí, admirando a los hacedores de seis décadas de televisión, encerrados en la cuarentena mundial, con el mismo respeto profesional de siempre, tratando de llevar a los hogares pequeñas grandes historias que a diario nos conmueven, y que casi siempre se disfrazan de noticias, informes especiales y transmisiones en vivo.