Sampaoli insultó a un empleado municipal. El insulto (“si ganás cien pesos por mes, gil”) es clasista. De los peores. Como “negro de mierda” o “comegatos”. Lo agrava su condición de privilegiado: como técnico de la selección gana más de tres millones de pesos por mes. Y la de afín a posiciones políticas de izquierda, que sostienen la defensa del más débil como su bandera más preciada.
Sampaoli pidió disculpas. Al inspector, a la dependencia y al público. Lo hizo de manera amplia. Admitió que no tenía razón en la discusión y condenó su propia reacción. Dijo que de ninguna manera piensa eso que dijo y que lo suyo fue pura reacción emocional. Eran las cinco y media de la mañana, venía del casamiento de la hija. Habían designado una conductora del auto cuyo test de alcoholemia le dio cero y que tenía todos los papeles en regla. Hasta que el inspector advirtió que iban siete arriba de un auto en el que caben cinco.
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Probablemente Sampaoli haya sentido una persecución. No creo equivocarme si sostengo que una mayoría de argentinos hubiera reaccionado igual o peor que él. Quizá no con ese tipo de insulto. Quizás con otros. Eso no lo exculpa ni lo justifica, pero nos obliga a entender. Sampaoli, al fin y al cabo, es argentino y reacciona como tal.
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Pero, como dice Kundera, las personas preferimos juzgar antes que entender. Requiere menos esfuerzo. Y despellejamos a Sampaoli por su insulto (descalificador, clasista, reaccionario) sin tener en cuenta el contexto ni las disculpas.
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Obviamente, el bisturí que lo desuella es blandido con más énfasis por quienes no les gusta cómo juega la selección o los jugadores que convoca y por los cultores de líneas políticas o ideológicas enfrentadas a la suya. Comprensión con amigos y familiares. Al enemigo ni piedad.
Circula en internet un pensamiento que se le atribuye a Sócrates. Ignoro si es así pero lo comparto. Dice que cuando alguien critica a otro, esa crítica habla más acerca del que la profiere que del que la recibe. Los dichos del Sampaoli, el insulto y las disculpas posteriores, hablan mucho sobre él. La furia desatada en las redes nos desnuda a nosotros.