La última presentación en Córdoba del Flaco Spinetta y de Gustavo Cerati la vimos en el Orfeo Superdomo.
A Maradona lo conocí en ese mismo lugar, pateando la pelota en una canchita de césped sintético.
Estuve a metros de Liza Minelli, aplaudiéndola, admirándola una noche de marzo de 2009.
El 24 de enero de 2010 lloré en el Orfeo. Metallica hizo desbordar las emociones y vi lagrimear a varios metaleros que se frotaban los ojos porque no podían creer que una de las bandas más grandes del mundo estuviera en un show indoor en Córdoba.
Vimos al mito viviente de Bob Dylan, que llevó sus canciones pero que no dijo ni "hello" ni "good night". Escaso de palabras y de público esa noche de 2008.
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Dijimos varias veces a nuestro niño o niña a cargo "mirá para allá, apareció Mickey", en los shows de Disney on ice. Y fuimos todos chicos de nuevo en ese lugar.
Vimos como Paulo Londra era profeta en su tierra y como las fanáticas de Luis Miguel y Ricky Martín echaban raíces sobre Rodríguez del Busto días previos a sus shows.
Podría seguir enumerando toda clase de emociones vividas en esas mismas cuatro gigantes paredes.
Una vez, por ese oficio de entrevistar artistas, Adrián Dárgelos de Babásonicos me dijo: "Me encantaría que los premios MTV se puedan hacer en el Orfeo. Está a la altura de cualquier estadio del mundo".
Muchos lo comparaban con el Luna Park. La historia del recinto porteño sin dudas es más rica, pero si hablamos de infraestructura, capacidad técnica, funcionalidad y estética el Orfeo saca amplia ventaja.
Decíamos con seguridad frente a un micrófono "nuestro Orfeo Superdomo es el mejor estadio techado del país". Era nuestro orgullo. Lo habíamos hecho propio.
Ahora, poné en la coctelera la bomba molotov que te destruye cualquier anécdota a futuro en ese lugar: un país con dólar inestable, crisis económica en general, artistas cada vez más de nicho y pandemia mundial.
El gigante de Alto Verde venía remando en un mar de dificultades para programar shows rentables. "Era una epopeya cerrar shows para este monstruo" dicen desde el Orfeo.
¿Sin vuelta?
Hoy, a cinco meses de la cuarentena en Argentina y de un parate global de la industria del espectáculo, su dueño, el empresario Euclides Bugliotti dijo a Punto a Punto: "Al Orfeo no lo abro más. Voy a ver qué se puede hacer”.
Expresó también que el espacio es “inviable” y el próximo paso es reunirse con los funcionarios de la Municipalidad para ver si existe la posibilidad de que se cambie, en la zona del Orfeo, el uso del suelo.
De obtener esa autorización, el Orfeo se convertiría en un emprendimiento inmobiliario.
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Pero en el encuentro con la Municipalidad, el propio intendente Martín Llaryora habría señalado que no puede permitir que en su gestión se cierre un símbolo de Córdoba. ¿Hay márgenes para una expropiación?
Desde el Orfeo son tajantes: "La decisión está tomada". El costo de mantenimiento del recinto por mes es de un millón setecientos mil pesos.
Juan Manuel Rodríguez gerente del Orfeo Superdomo dijo a El Doce: "Aún si la Provincia o la Municipalidad exonerara esos impuestos y servicios, el Orfeo no tiene futuro. Es un cambio que tiene que necesita hacer la compañía entendiendo que hay un mercado más interesante a futuro y con otro valor de resguardo".
No nos damos por vencida y nos preguntamos cuánto sale comprar el Orfeo Superdomo, como soñando que aparezca un mecenas y no vuele por los aires -literalmente- nuestras anécdotas de juventud y no tanto. Esa pregunta tiene 25 millones de dólares como respuesta. "Y tal vez me quede corto, eso como base", dice Rodriguez, y pone un baño de realidad a nuestra loca idea de que alguien rompa la alcancía y lo salve de la demolición.
Por lo pronto, en un rato paso por el Orfeo, le tiraré mi primer beso al aire. Me despediré de a poco de ese lugar donde fuimos felices.