Era inevitable que las sospechas sobre el asesinato de Fernando Villavicencio llegaran hasta el correísmo. Lo adelantamos en el enfoque publicado cuando el cadáver del dirigente aún no se había enfriado en la morgue donde esperaba el momento del funeral.
El candidato acribillado era el principal denunciante de las presuntas corrupciones y negociados que se tejieron durante el gobierno de Rafael Correa. Y ese presidente que luego se convirtió en ex presidente prófugo, expresó su desprecio a Villavicencio con una variedad de insultos de grueso calibre y también de amenazas.
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Hasta horas antes de que sicarios gatillaran las ráfagas que lo acribillaron, el volcánico líder izquierdistas manifestó su rencor contra quien lo había denunciado en el caso Odebrecht, en supuestos acuerdos para la minería ilegal y en las turbias tratativas con una petrolera china.
Exuberante en materia insultos y amenazas, descargó ambas cosas contra Villavicencio en las redes. Y no faltan frases que suenan como anuncio de que se acercaba la hora de pagar caro sus acusaciones contra el correísmo. Algunas, incluso, parecen anunciar una venganza inminente.
Por eso, mientras esos mensajes cargados de odio y amenazas se multiplicaban en las redes cuando velaban el cuerpo baleado, se multiplicaban también las acusaciones directas contra el correísmo y su líder.
La viuda de Villavicencio dijo que su marido fue asesinado por una entente entre correístas y narcos. Acusó también a Piedad Córdoba, la dirigente izquierdista que representó al chavismo en su país, Colombia, de haberse enfrentado a Villavicencio al punto de amenazarlo con hacerlo desaparecer.
A esa altura, influencers, comentaristas y dirigentes de las fuerzas políticas anti-correístas lanzaban frases cargadas de sospechas hacia el correísmo y hacia el temperamental ex presidente.
¿Es lógico poner a Rafael Correa bajo sospecha? El odio explícito que le profesaba y las amenazas que públicamente lanzó contra Villavicencio hasta horas antes de que sus verdugos lo acribillaran ¿prueban que el ex presidente puede estar detrás de este magnicidio?
La lógica política parece indicar todo lo contrario. Aunque resulte paradójico, que Rafael Correa haya mostrado públicamente y en reiteradas oportunidades la densidad de su desprecio y sus deseos de venganza, pueden ser la prueba de que no ordenó ni permitió que algún lugarteniente suyo conspirara para asesinarlo.
Que tan cerca del momento del crimen Correa haya lanzado contra quien sería asesinado una frase que suena a amenaza, en lugar de probar su participación en el hecho, probaría lo contrario.
El líder del partido Revolución Ciudadana es intolerante, sectario y vengativo, pero es inteligente. En rigor, tendría que ser muy idiota para auto-incriminarse anunciando públicamente que su archi-enemigo político, además de blanco de su odio, será blanco de las balas que le gatillarán para silenciar sus denuncias para siempre.
Que Rafael Correa haya dicho sobre Villavicencio las barbaridades que dijo días antes del magnicidio, lo que parece probar es que no estaba en sus planes asesinarlo. De otro modo, además de criminal, Correa sería un imbécil. Y no lo es.
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Pero eso no quiere decir que se pueda descartar que alguna o algunas personas de su espacio político, también alcanzadas en su momento por las investigaciones y denuncias de Villavicencio, se hayan confabulado con una mafia narco para que se cometa este crimen político. Pero no es sólo Revolución Ciudadana el partido que tiene dirigentes y cuadros medios alcanzados por investigaciones y denuncias del candidato asesinado. Varios políticos, así como sindicalistas y empresarios, tendrían motivos para colaborar con un crimen como ese.
Ahora bien, como era de esperar, el primer perjudicado por el estupor y las sospechas que generó el magnicidio, es el correísmo. Sólo falta ver si el impacto electoral negativo le impide el triunfo a Luisa González, la candidata de Rafael Correa que encabezaba todas las encuestas hasta que corrió la sangre de Villavicencio, o sólo le resta votos pero no le impide al correísmo recuperar el despacho principal del Palacio Carondelet.