Cuando las primeras ministras de Nueva Zelanda y de Finlandia se reunieron por primera vez. Al dar una conferencia de prensa conjunta tras el encuentro en Aukland, los periodistas le preguntaban en torno a que ambas eran mujeres y muy jóvenes. Por eso, en un momento de la charla con periodistas, Jacinda Ardern dijo preguntarse si ellos habrían preguntado a Barak Obaba y al ex premier neozelandés John Key si se habían reunido porque tenían casi la misma edad.
Cuando se convirtieron en primeras ministras, Jacinda Ardern tenía sólo 37 años y su visitante finlandesa, Sanna Marin, apenas 35. Pero querían responder sobre sus respectivos gobiernos y la colaboraciones que podrían establecer entre Nueva Zelanda y Finlandia, en lugar de responder sobre la curiosidad que despertaba que ambas fueran gobernantes mujeres y tan jóvenes.
Del mismo modo, lo más importante de Daniel Noboa no es que, con 35 años, se convierte en el presidente más joven de la historia de Ecuador, sino que su victoria parece marcar la declinación definitiva del liderazgo de Rafael Correa, cuyo partido político, el Movimiento de la Revolución Ciudadana (MRC) acaba de sufrir su segunda derrota consecutiva.
Aunque su padre, Alvaro Noboa, es un conocido magnate de la industria bananera que compitió cinco veces por la presidencia de Ecuador, sin lograr el triunfo en ninguna, el flamante presidente electo era un desconocido cuando presentó su candidatura presidencial y logró posicionarse en la primera vuelta, venciendo a figuras más conocidas, como el líder indigenista Yaku Pérez y Christian Zurita, que si bien no era una figura muy popular, al haber ocupado la fórmula que encabezó Fernando Villavicencio hasta que lo asesinaron tras un acto de campaña, quedó en el centro de la atención pública por ese crimen que conmocionó al país y a la región.
Entrar al ballotage y luego ganar la presidencia tiene un inmenso mérito para Noboa, porque lo logró luciéndose en el debate presidencial televisado. Siendo el más joven y con menos experiencia política, superó ampliamente a sus rivales con razonamientos lúcidos y proyectos que despertaron grandes expectativas sobre todo en los sectores juveniles de la sociedad.
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Pero lo más relevante de esta elección no está en el gran ganador sino en el gran perdedor. Y ese gran perdedor fue Rafael Correa.
Obviamente, el ex presidente exiliado en Bélgica no compitió siendo candidato, pero lo hizo a través de la candidata que eligió personalmente: su ex funcionaria de alta visibilidad Luisa González.
Correa ganó cinco elecciones consecutivas: las de las tres gestiones que encabezó y la que convirtió en presidente a su ex vicepresidente Leín Moreno, quien desde la jefatura de Estado dio un giro copernicano que lo convirtió en visceral anti-correísta.
Aunque Correa terminó siendo opositor, el triunfo electoral de Lenin Moreno fue un triunfo del correísmo.
La primera derrota en las urnas llegó con la siguiente elección, en la que el banquero Guillermo Lasso derrotó a Andrés Arauz, el candidato del volcánico líder izquierdista.
El gobierno anticorreísta de Lasso duró poco debido a que la inminencia de un juicio político hizo que el atribulado presidente conservador invocara el instrumento constitucional conocido como “muerte cruzada” y disolvió el Congreso, adelantando las elecciones presidenciales para elegir a quién debe completar ese mandato interrumpido.
Correa había movido fichas desde Bruselas para que su aparato político acosara al gobierno hasta la caída de Guillermo Lasso, pero esperaba que en los comicios adelantados el correísmo recuperara el poder, y no lo logró.
Pero apareció ese empresario con exposición clara de proyectos que entusiasman y una novedosa posición política y socio-económica que muchos consideran de corte liberal-socialdemócrata, o sea progresista, algo contrapuesto al libremercadismo conservador que representan Guillermo Lasso y la derecha tradicional de Ecuador.
La irrupción de Daniel Noboa frustró el triunfo del MRC que Correa anhelaba, incluso soñando con la posibilidad de poder retornar a Ecuador sin acabar en una cárcel por los delitos de corrupción que le implicaron una condena.

Pero no sólo fue derrotado el correísmo. También fue una mala noticia para el kirchnerismo, cuya líder, la vicepresidenta Cristina Kirchner, es una aliada de Rafael Correa. También impacta negativamente para la izquierda de Bolivia, debilitada por la guerra interna entre el ex presidente Evo Morales y el actual presidente, Luis Arce, ambos pertenecientes al Movimiento Al Socialismo (MAS).
Un gobierno bajo el liderazgo indirecto de Rafael Correa, también era ansiado por Nicolás Maduro y su gobierno carcomido por las calamidades que produjo.
Como esta elección era para completar el mandato de Guillermo Lasso, la presidencia de Noboa será sólo de un año y medio. Por eso la pregunta es si podrá, en sólo un año y medio de gobierno, solidificar su base de apoyo popular y quedar posicionado para ganar la elección del 2025.
El presidente más joven de la historia de Ecuador tiene un apenas puñado de meses para probar que su capacidad para debatir y proponer ideas se replica en capacidad para gobernar y liderar.
Si lo logra y gana la cercana próxima elección presidencial, el correísmo y su temperamental líder habrán entrado definitivamente en una etapa crepuscular.