Si tiene razón el viejo refrán de que el que sueña que se muere, se muere; tal vez valga decir que el que quiere empatar, empata.
El debate presidencial de este domingo a la noche en Santa Fe dejó como primera conclusión que todos se ataron tanto a su libreto y a no correr riesgos de perder lo poco o lo mucho que tienen en voto, que terminaron hablándoles a los convencidos, a los que ya en agosto dijeron cuáles son sus preferencias electorales.
Los otros, es muy probable que hayan estado fuera de las pantallas o frente algunas que no transmitía las exposiciones en la Universidad del Litoral.
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Por eso el debate, al menos el de este domingo, no aparece como un punto de inflexión que pueda torcer el rumbo de una campaña, que discurre bajo el condicionante de un contundente resultado en las PASO. El capítulo siguiente es el domingo que viene, a solo una semana de la votación.
Irán con las mediciones del impacto de este debate y deberán tomar decisiones, en el contexto de las muy acotadas reglas para las presentaciones.
El verdadero debate
Alberto Fernández llegó con el aval del aluvión de votos en las PASO y fue claramente contra Mauricio Macri, sin mencionar a su compañera de fórmula y líder del espacio, Cristina Fernández. Le pegó por donde pudo al actual presidente, al que empezó y terminó llamándolo mentiroso.
Macri buscó no personalizar en Fernández, pero le apuntó a la herencia de los 12 años kirchnerista. La citó a Cristina y a otros dirigentes K como el candidato bonaerense Axel Kicillof.
La política internacional le trajo alguna incomidad a Fernández con Venezuela y la cuestión económica fue el elemento más complicado para el candidato a la reelección.
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Macri y Fernández fueron los protagonistas centrales de este domingo, pero tuvieron y tendrán los mismos tiempos que sus otros cuatro competidores, que entre todos sacaron menos del 20 por ciento que entre los dos más votados.
Pero el tono y ritmo del debate de este domingo abren el gran interrogante de si se mantendrán las audiencias dentro de una semana. Ni hablar de incrementarlas.
Por eso, la incidencia en términos electorales puede ser muy baja.
Así y todo, en términos de calidad institucional y consolidación democrática no dejan de ser un plausible avance.