Hay festivales de perfil bajo: el Festival de Doma y Folklore de Jesús María no es el caso. Hay ediciones de festivales que pasan sin pena y sin gloria: esta edición de Jesús María, tampoco fue el caso.
Por muchos motivos, este encuentro con las tradiciones lejos está de generar indiferencia. Y este año, los contrastes se acentuaron.
¿Cómo calificar esta edición? Como “un éxito” dirán algunos. En términos económicos es correcto: se cortaron más tickets que nunca y se llegó al récord de 180 mil entradas vendidas, con un recaudación de 110 millones de pesos.
La explicación es multicausal. Más gente viajando por el país, entradas con precios populares y un dato clave: la apertura de géneros.
Los puristas tienen derecho a quejarse pero una cosa es cierta: dio resultado poner en la coctelera cuarteto-cumbia-folklore. Los Palmeras y el Chaqueño Palavecino en una misma noche fue como poner arriba de la mesa fernet con coca y vino. Si no te acercás por uno, te acercás por el otro.
Si volvemos a preguntar: ¿cómo calificar esta edición?, habrá quienes respondan “un horror”, “salvaje”, “morbosa”. Son quienes no pueden sacarse de la cabeza las imágenes de la yegua aplastando al jinete Norberto Eric Cosutta, que le significó la muerte, o la caída brutal de Leonardo Trevissan, el jinete de Entre Ríos que tuvo que ser operado de la cabeza y que sigue internado con pronóstico reservado.
Después de exactos 10 años, este festival, más vivo que nunca, le vio la cara a la muerte.
Las críticas no tardaron en llegar. A las pocas horas, jinetes y familiares lloraban en el campo de la doma y esa imagen contrastaba con la alegría de la noche anterior y con lo que iba a venir en minutos: la comisión de Jesús María entendió e hizo propia esa frase de que “el show debe continuar”. No hubo tiempo para duelo. Ni dinero que lo pague.
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Terminar con la doma no parece estar en el radar de un Festival que hace 55 años lleva adelante este evento y que considera que dos muertes en ese tiempo deben leerse como “fatalidades” o “accidentes”.
Pero sí, en medio de esta euforia de balances económicos positivos, se empezó a pensar alternativas como chalecos y cascos para los jinetes. Pero todo indica que no será una imposición: si no hay consenso, quedará en la nada.
Además, Jesús María se empecinó por ser noticia desde antes que comience esta edición.
Su presidente, Nicolás Tottis, fue denunciado por una adolescente en octubre por abuso sexual. Una joven con apenas unos meses de egresada de uno de los colegios que recibe ayuda económica del festival. Antes de comenzar la edición su presidente pidió licencia. Su figura iba a ser incómoda para la ministra de la Mujer del Gobierno provincial, Claudia Martínez, que inauguró en esos días de festival un “Punto Mujer”, espacio público de acompañamiento, contención y orientación ante situaciones de violencia de género.
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La paradoja del Festival de Doma y Folklore de Jesús María es compleja. Nadie puede negar la gran ayuda que es ese dinero (el del festival “exitoso”) para las escuelas públicas de Colonia Caroya y Jesús María.
Pero debatir el trato hacia los animales y sus condiciones de vida, también es parte de la educación.
Por eso, Jesús María es un capítulo abierto.