La Justicia logró probar que un ministro de Economía y luego elegido vicepresidente de la Nación intentó quedarse con la empresa encargada de la impresión de los billetes en la Argentina.
Amado Boudou, el elegido de Cristina Fernández para ser su compañero de binomio tras la muerte de Néstor Kirchner, fue condenado en el denominado caso Ciccone y se trata del funcionario de más alto rango que va a prisión con una condena concreta de corrupción. Hay otros condenados, como el caso del expresidente Carlos Menem, que le venía esquivando a las rejas gracias a los fueros parlamentarios.
+ MIRÁ MÁS: Preocupación de los gobiernos en Córdoba por los cuadernos de las coimas
¿Para qué quería quedarse Boudou con la empresa concesionaria del Central para la impresión de los billetes?
Se han tejido todo tipo de elucubraciones al respecto, pero semejante operación debió tramarse al más alto nivel.
A la luz de las actuales revelaciones de la incipiente zaga de los cuadernos de las coimas, la obsesión por el dinero en efectivo parecía ser un elemento orientador de las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner.
El expresidente cambió la matriz de la corrupción en Argentina en el sentido que además de las coimas que se solicitaban a las empresas contratistas del Estado, la idea era quedarse con esas empresas o tener sus propias firmas haciendo negocios con el Estado. El caso Lázaro Báez, aquel simple empleado de banco en Río Gallegos convertido en multimillonario en pocos años, es la expresión más clara en ese sentido.
Pero parecía haber un capítulo superador aún de ese perverso esquema de corrupción: controlar la impresión de billetes.
¿Se buscaba la emisión gemela de series por fuera de la autorización del Central para evitar el cobro de coimas y tener el dinero autoemitido a disposición? Sería una especie de fase superior de la corrupción.
+ MIRÁ MÁS: Jugar con la corrupción pese a estar sospechados
Supera las ficciones de las series televisivas y se transforma en parte de nuestra tragedia.
Los argentinos pudieron palpar en Cromañón, Once y otros casos que la corrupción mata. Quita la vida de gente inocente.
Ahora, con los cuadernos y las condenas como las de Ricardo Jaime o Amado Boudou, nos asomamos a ese entramado de la corrupción sacando la calidad de vida: menos rutas, menos gasoductos, menos escuelas, menos hospitales, menos cloacas, menos servicios básicos.
Porque la corrupción no es un mero problema institucional, es un asunto clave que afecta nuestra vida cotidiana.