Gerardo Ferreyra y Osvaldo Acosta se conocieron en la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional de Córdoba en 1968. Allí trabaron amistad. Ambos tenían militancia activa en la convulsionada Argentina de los ‘70.
Ferreyra tenía participación en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y cayó preso antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Estuvo en la cárcel hasta después del regreso de la democracia, en 1984.
Acosta fundó una empresa en 1977, un par de años después de recibirse de ingeniero, para la “comercialización de materiales y equipos eléctricos, la fabricación de celdas y tableros y la construcción de obras electromecánicas”. Era una Pyme.
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Y lo siguió siendo hasta 1984, cuando Ferreyra –después de casi nueve años de cautiverio– se incorporó a aquella pequeña empresa de su amigo Osvaldo. Traía muchas experiencias de aquellos duros años encerrado y un contacto clave: Carlos Zannini, militante de la agrupación maoísta Vanguardia Comunista.
Zannini, de Villa Nueva, dejó Córdoba cuando recuperó su libertad y se fue para Río Gallegos, donde lo conoció a Néstor Kirchner y se transformó enseguida en el principal hacedor político del por entonces empresario inmobiliario de Río Gallegos.
La primera década y media después del regreso de la democracia tenía a Electroingeniería como una empresa de poco volumen dedicada aquellas cuestiones vinculadas con suministros eléctricos con su modesta sede en barrio San Martín de la ciudad de Córdoba.
100 escuelas
Hasta que empezaron a rendir fruto los contactos políticos de Ferreyra. José Manuel de la Sota inició su mandato en 1999 prometiendo construir una gran cantidad de escuelas. Su ministro de Educación era Juan Carlos Maqueda, actual vocal en la Corte Suprema de Justicia, y el número dos era Ricardo Jaime. El hoy condenado y preso Jaime venía de Santa Cruz, donde había sido funcionario de Kirchner tanto como gobernador como en la Intendencia de Río Gallegos, y había estrechado vínculos con Zannini.
La cuestión es que la construcción de las famosas 100 escuelas de De la Sota corrió por cuenta de Electroingeniería, que no tenía casi antecedentes en emprendimientos de ese rubro. Como dicen los especialistas en fortuna, la clave es saber el origen del primer millón: los demás vienen solos.
Y Electroingeniería dio el gran salto cuando empezó a ser contratista del Estado provincial. Dejó de ser aquella Pyme de garage de los ‘70 y se transformó en una gran empresa constructora. Se fueron asociando o subcontratando a grandes jugadores del rubro y empezaron a quedarse con cada vez más obras.
Empresarios K
Pero el salto mayor aún estaba pendiente. En 2003, la llegada de Kirchner al poder, a quien Ferreyra y Acosta ya conocían bien por Zannini, le abrió las puertas a Electroingeniería para las obras nacionales.
Arrancaron un tendido eléctrico en la Patagonia, siguieron rutas y autopistas nacionales, pasaron por los gasoductos con el escándalo de Skanka incluido, reparación de centrales nucleares, y fueron por una gran cantidad de obras públicas.
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Se transformaron en uno de los mayores beneficiarios de las licitaciones del kirchnerismo y el entonces poderoso ministro de Planificación actualmente en prisión, Julio De Vido, presentaba en sus giras por el extranjero a Ferreyra como su representante. Fueron unos de los primeros en ganarse el mote de empresarios K.
Acosta y Ferreyra se ufanaban de tener trato con la propia Cristina Fernández, aunque decían que su amigo había sido Néstor.
Eran años de expansión y crecimiento. Del taller de barrio San Martin, Electroingeniería pasó a llamarse Eling. Era un holding que tenía empresas en los rubros de la construcción, la energía, los peajes de rutas, el inmobiliario, los vinos y los medios de comunicación. Un astronómico crecimiento en menos de dos décadas.
Pese a que se dedicaban a las grandes obras nacionales, siguieron siendo uno de los contratistas preferidos de las gestiones de Unión Córdoba de De la Sota y Juan Schiaretti.
Cuando los gobernadores peronistas cordobeses habían roto con el kirchnerismo y se habían enfrentado públicamente, por abajo había una serie lazos y puentes. Uno de ellos eran los dueños de Electroingeniería, que fue la encargada de construir el Centro Cívico en el primer mandato de Schiaretti.
La caída
El ocaso del kirchnerismo coincidió con sus problemas. La mayor obra que tenían proyectada, las dos megarepresas en Santa Cruz con financiamiento chino, se frenaron por el cambio de gobierno, en especial porque las nuevas autoridades alertaron sobre lo desmesurado de los costos.
Las empresas conexas del gigante que habían armado empezaron a tener problemas y empleados despedidos. Ferreyra, muy activo en redes sociales, denunciaba por esos canales “el ajuste de Macri” y por otro echaba empleados.
Ferreyra está desde hoy nuevamente en prisión. La primera fue por su militancia violenta de los ‘70.
La segunda es porque se sospecha que se hizo más que millonario gracias a las coimas que pagó para quedarse con obra pública. Y siempre intentó utilizar esos millones para tomarle el pulso a la política.