Hace pocas horas, el Presidente de la Nación intentó generar una buena noticia anunciando el fin del nepotismo en la función pública, pero lo que terminó desnudando es que Cambiemos no se diferenció hasta aquí del kirchnerismo a la hora de designar familiares y amigos en el Estado.
Esposas, hermanos, hermanas, hijos, hijas, yernos, nueras, cuñados y primos componen la larga lista de privilegiados prendidos de la teta de la Administración Pública que, pese al decreto de Macri, aún así se resisten a abandonar el conchabo.
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La pregunta es por qué el presidente y su círculo más cercano convalidaron durante dos años esta práctica tradicional en la política argentina, y ahora descubren tardíamente los beneficios de la transparencia. Tal vez, a la respuesta haya que buscarla en la caída de la imagen presidencial, vinculada con el recorte a los jubilados, la inflación, la suba de los combustibles, de los impuestos y tarifas, sumados al escándalo protagonizado por el ministro de Trabajo, Jorge Triaca.
Las duda es si esta nueva versión del que se "vayan todos", refiriéndose a los familiares, no tiene una trampa a la vuelta de la esquina y en realidad se terminan quedando escondidos en el Congreso de la Nación, en alguna empresa descentralizada o socorridos por algún caudillo político provincial o algún intendente.
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Cuando hizo el anuncio, Macri dijo que sacará un decreto para prohibir expresamente a la familia de los funcionarios en cargos públicos. El problema es que ya existen leyes que lo impiden y que nunca se respetaron.
Por estos pagos, ni siquiera golpes de efectos habrá, ya que tanto Schiaretti como Mestre ratificaron que los familiares están a salvo en el Estado. En ambas administraciones coincidieron en que se trata de gente muy capaz y además militaron en el partido. Lo cual hoy representa una afrenta y una burla para todos aquellos que se capacitaron y esperan una oportunidad que nunca les llegará por no tener un lazo de sangre con el poder.