Recién me despierto. Tengo que hacer unas historias laborales para Instagram que debo subir temprano. Estoy haciendo home office, por lo que, en general, mis días transcurren en pijama y sin maquillaje. Pensar en arreglarme solo para eso me da fiaca, hasta que me doy cuenta que puedo usar un filtro en Instagram y nadie va a notar mi cara de recién levantada. Listo, problema solucionado.
Sin embargo, ¿qué estamos haciendo cuando usamos un filtro en nuestras fotos? ¿Somos realmente conscientes del mensaje que estamos transmitiendo en una simple publicación?
Hoy las redes sociales nos permiten ver una versión mejorada de nosotros mismos de una manera instantánea. Cualquier persona que usa Instagram puede grabar un video o sacarse una foto agregándose bronceado o aclarándose la piel, sacarse manchas, arrugas e imperfecciones en la piel, agregarse pómulos, cambiar el color de sus ojos, colocarse pestañas pronunciadas y hasta afinarse la nariz o el mentón. Sin necesidad de usar Photoshop o algún programa complejo.
Lo que empezó como un juego divertido para agregarnos orejitas de perro o de gato a nuestra cara se convirtió en una herramienta de embellecimiento instantáneo para que nos veamos todos parecidos. Pero atención. Ya hay especialistas que alertan que en algunas personas, especialmente en una población vulnerable como son los adolescentes y jóvenes, puede provocar una alteración sobre la autopercepción, es decir sobre la imagen que tenemos sobre nosotros mismos.
¿Qué pasa cuando sacamos el filtro y nos miramos nuevamente? ¿Nos reconocemos al espejo?
Los filtros generan una ilusión de belleza. Esa ilusión no es más que eso, por lo cual puede conspirar, en algún momento, contra nuestra autoestima. A la larga, comenzamos a creer que así es como deberíamos lucir. No somos eso que estamos mostrando y esto puede traer consecuencias no solo en nuestra estima sino en la de quienes nos están viendo porque, en definitiva, nos exponemos para la mirada ajena.
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Pero este fenómeno no es nuevo. En 2018, se comenzó a hablar de la "dismorfia de Snapchat", cuando se dio una alta demanda de cirugías estéticas inspiradas en filtros de esta plataforma. En lugar de ir a la consulta a pedir la nariz de Jennifer Anniston, las personas iban a mostrarle al cirujano una foto de ellos mismos usando un filtro.
Cambios
A principios de septiembre, la maquilladora y modelo inglesa Sasha Pallari (que cuenta casi 14 millones de seguidores en Instagram) lanzó la campaña #filterdrop (en inglés, dejar los filtros). Su objetivo es que la gente publique más fotos al natural y que se vea "más piel real" en la red social.
Algunas empresas están tomando nota de este tipo de iniciativas. En esa línea, Google acaba de anunciar una movida para que la edición de selfies sea más transparente. El objetivo es que haya más control en el uso de filtros de belleza y “respetar las elecciones personales sobre el retoque facial desde los teléfonos”. Una de las primeras acciones sería quitar de los telefonos con Android el llamado "Modo belleza", que viene activado de forma predeterminada. Es decir, el usuario podrá elegir si usarlo o no.
Como iniciativa, puede resultar que este "gesto" de un gigante de la tecnología sirva para ser imitado por otras empresas. Pero aún queda mucho camino por recorrer.
La paradoja es que de un tiempo a esta parte, los influencers se llenaron la boca con un discurso de "amor propio" y mostrarte "tal cual sos" como herramienta de marketing, pero en las historias y publicaciones seguimos usando ese efecto que nos alisa la piel, agranda un poquito los labios y nos da ese tono verano en pleno invierno como si viviéramos en la playa.
Nadie puede resistirse a la tentación de verse "perfecto" en un segundo (o en lo que demoramos en elegir el filtro).