En 2012, Argentina comenzó a explotar Vaca Muerta, un yacimiento de gas y petróleo no convencional que la proyectaban a ser la “arabia saudita” de este lado del mapa. Segunda reserva mundial de shale oil, un gran bloque de 35 mil km2 tiene a 200 metros bajo tierra la esperanza de que el país produzca tanto que le alcance para sí y para exportar. Incluso podría reemplazar todo lo que hoy le provee Rusia a Europa.
Podría. Las grandes multinacionales arribaron a Vaca Muerta hace una década y abrieron pozos que hoy explican el 35% de la producción petrolera argentina. El problema está en el gas: los caños que hay hoy para llevarlo desde Neuquén a los centros de consumo o a los puertos para exportarlo en barcos, hay que construirlos porque los que hay no tienen más capacidad. Había que hacerlos ayer.
Sólo en importar los 56 barcos de GNL en 2021 el Estado nacional pagó 3.290 millones de dólares. Este año se calcula que necesitamos 70, pero valen cinco veces más. El gasoducto que provocó la eyección de Martín Kulfas del Ministerio de la Producción cuesta 1500 millones de dólares. Son 558 kilómetros en esta primera etapa.
La desidia, la inoperancia, la incapacidad de la dirigencia política argentina explican por qué hoy estamos donde estamos. No hay gasoil en el país porque parte de ese gasoil va a las centrales térmicas que generan energía y que bien podrían hacerlo con gas, pero no hay.
El Estado no puso recursos para tender los gasoductos ni creó las condiciones para que lo hiciera un privado. Por caso, garantizarle un precio rentable para recuperar la inversión. Durante el kirchnerismo la política era pagarle 8 dólares el millón de BTU a Bolivia y 3,5 dólares a los locales.
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La patética pelea del fin de semana, que derivó en que Alberto Fernández se desprendiera de uno de sus ministros más fieles (y quizá uno de los pocos que funcionaban, un poco) tiene como trasfondo la sospecha de corrupción: si la licitación favorecía a Techint de Paolo Rocca o a CPC, de Cristóbal López; si tiene la venia de La Cámpora o no; si los antecedentes están hechos a medida de tal o cual; si le gusta a Cristina o no. Todo tan demorado, amañado y sospechado que lleva a pensar que en el fondo, se están peleando por una tajada.
Año 2022, una década desde que la “joya petrolera” se puso en marcha. El gas está, las reservas del Central podrían contar con los 25 mil millones de dólares que se fueron en importar GNL. Cuatro gasoductos enteros. Pero la pelea está en la tajada.