Nuestro país estaba en crisis mucho antes del coronavirus. Devaluaciones, desempleo, corrupción, crecimiento sostenido de la pobreza, grieta política y social son noticias repetidas desde hace más de una década. En los últimos años sólo se había agravado y la pandemia asomaba como un golpe de gracia.
Como dijo el reconocido periodista Javier Restrepo, frente a esto podemos elegir enumerar detalladamente los datos de la catástrofe (como estadisticas de infectados o fallecidos, decretos, restricciones, índices económicos) o también mantener una sana actitud crítica e indagar en las causas y en la búsqueda de soluciones.
Según la decisión que tomemos podremos ayudar a construir sociedades pasivas o activas, esperanzadas o desesperanzadas, llenas de odio o de comprensión, vengativas o de perdón.
Buscar y comunicar las posibilidades que aún restan en medio de la crisis sacude del ensimismamiento y la anestesia en que nos hunden, estimula la actividad, recrea energías y promueve un cambio.
La crisis provoca sufrimiento pero las personas conservan la libertad de elegir qué papel jugarán en esa historia.
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Pueden quejarse, buscar culpables, encerrarse buscando proteger lo propio y hasta tirar la toalla, pero también pueden detenerse a pensar, descubrir soluciones y actuar haciendo algo por los demás, enfrentando el peligro con valentía y luchando hasta el último minuto.
Estos últimos con los héroes cotidianos. Personas comunes que hacen cosas extraordinarias.
Un día en la cruenta guerra fratricida en Sarajevo, los combatientes incendiaron el único periódico que aún quedaba en pie. Parado en los escombros, su director preguntó a los redactores qué podían hacer y la respuesta unánime fue "preparar la edición de mañana". Consiguieron equipos prestados y al día siguiente, de modo simbólico, todos salieron a la calle a vender aquel periódico.
Se hicieron filas de compradores que seguramente tenían el dinero para comprar pan o el diario, pero elegían las noticias porque en situaciones de crisis se puede vivir sin pan, pero no sin esperanza.
Comprender lo que ocurre y buscar una salida es una necesidad primaria en medio de la confusión.
(A los 56 años, Norma quiere terminar el secundario y estudiar robótica)
Eso nos propusimos, aún sin ser totalmente conscientes, ante el desafío de una pandemia. Ademas de tener una mirada crítica, buscar especialistas de todo el planeta y analizar todas las miradas de la crisis, decidimos buscar "historias que sumen" y las respuestas increíblemente las encontramos muy cerca y en protagonistas sencillos, comunes. Descubrimos que las personas que más rápidamente reaccionaban ante la crisis eran las que habían sufrido. Son más fuertes, más felices, más generosas, con más fe, más esperanza y más amor.
Y también descubrimos que sus historias inspiran y movilizan. Cada nota desata una reacción en cadena de solidaridad, bondad, esperanza y transforman realidades concretas.
"Historias que suman" no es hacer periodismo meloso, huir de la realidad o "llenar de pobres" los programas. Todo lo contrario. Es mostrar la realidad más cruda, en el lugar, con los protagonistas. La sorpresa es que también podemos encontrar en ellos mismos una solución al problema y que por sólo contarla, muchos se suman para transformar esa realidad.