Si quienes reclamaron el voto de censura contra el titular de la Cámara de Representantes son republicanos ultra-trumpistas que lo acusaban de ser “moderado” por no atacar lo suficiente al gobierno demócrata, ¿por qué hubo tantos legisladores demócratas que votaron a favor de la destitución?
La votación que destituyó a Kevin McCarthy, marcando un hito en la historia por ser la primera vez que se destituye a un presidente de la cámara baja, dejó a la vista “la grieta” que se tragó a los republicanos moderados y divide al viejo partido de los conservadores entre “trumpistas y ultra-trumpistas”. Pero también dejó a la vista la nulidad que impera en el Partido Demócrata.
Si McCarthy era embestido por legisladores de su propio partido, precisamente por haber acordado con la bancada demócrata elevar el techo de la deuda para evitar el “shutdown” (cierre del gobierno), se supone que los legisladores demócratas debían dejar de lado las grandes diferencias que tienen con el ahora ex speaker, para evitar que caiga y sea reemplazado por alguien aún más radicalmente decidido a destruir al gobierno de Joe Biden.
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Que por primera vez en la historia de Estados Unidos haya sido destituido un presidente de la Cámara de Representantes, es una señal de la crisis que atraviesa la política norteamericana. La forma en que se concretó el derribo muestra que esa crisis afecta a los dos grandes partidos. El partido de los conservadores está en estado de conmoción interna, mientras que su rival progresista exhibe una faltante crítica de lucidez.
En 234 años de existencia, la cámara baja jamás había destituido un titular. Antes de la caída de McCarthy, sólo dos veces se había planteado el voto de censura. En las dos ocasiones, los speakers apuntados eran republicanos, igual que el speaker que acaba de caer. Pero McCarthy es el primero en ser destituido, porque en 1910, Joseph Cannon sobrevivió al voto de censura debido a que sus detractores no alcanzaron la mayoría simple requerida, mientras que en el 2015 John Boehner, un halcón del conservadurismo duro que había militado fervorosamente a favor de la invasión a Irak y en contra de las medidas propuestas para frenar el calentamiento global, renunció a la presidencia de la cámara antes de que se efectivice el voto de censura.
También diferencia al caso de McCarthy de los dos anteriores, el hecho de ser el primero cuya destitución fue pedida por miembros de su propio partid.
Hasta ese momento, como ocurre desde el protagonismo de Barry Goldwater en los años sesenta, el Partido Republicano tuvo brotes ultraconservadores. Newt Gingrich fue un ultraconservador que, desde la presidencia de la Cámara de Representantes, lanzó una guerra sin cuartel contra el gobierno de Bill Clinton.
La llegada de Obama generó otro brote ultraconservador: el Tea Party. Pero todavía existía un ala moderada, con figuras respetadísimas como John McCain y legisladores con peso en el Capitolio, como Mitt Romney.
Con la irrupción de Donald Trump, el ala moderada fue arrasada por un extremismo desbocado.
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El anti-comunismo de Goldwater lo hacía ver marxismo en la New Deal de Roosevelt, pero en las décadas posteriores a la de su derrota frente a Lindon Johnson, advirtió sobre la peligrosa radicalización que implica el surgimiento de la derecha evangélica dentro del Partido Republicano.
El Tea Party fue una consecuencia de esa radicalización, y la deriva extremista que inició terminó desembocando en el trumpismo, o sea la conversión del “Grand Old Party” en una propiedad más del magnate neoyorquino.
En los escaños que posee en ambas cámaras del Congreso, el conservadurismo más recalcitrante es mayoritario. En el actual Partido Republicano, los moderados son una minoría en vías de extinción y a la derecha del conservadurismo duro está creciendo un conservadurismo recontra-duro, que no titubea en sacudir la institucionalidad cuando se propone derribar un “tibio”.
Había costado quince votaciones designar a Kevin McCarthy presidente de la Cámara de Representantes. A pesar de ser partidario de Trump, los ultra-trumpistas desconfiaban de él y le votaban en contra. Finalmente, un acuerdo destrabó su designación, pero es precisamente ese acuerdo es el que ahora posibilitó su destitución.
Dicho acuerdo estableció que, con que lo solicite un solo legislador, alcanzaba para que se vote una moción de censura contra el titular de ese cuerpo legislativo.
Los ultra-trumpistas consideraron una traición que McCarthy acordara con los demócratas una fórmula para evitar el cierre del gobierno que estaba a punto de producirse. No era un regalo a Biden, ya que quedaba afuera del acuerdo para subir el techo de la deuda, corriendo el riesgo de “shutdown” hasta mediados de noviembre, nada menos que el nuevo paquete de ayuda a Ucrania. Pero los ultra-trumpistas sólo aceptan guerra absoluta al gobierno demócrata, por eso marcaron el vergonzoso hito histórico de destituir un presidente de la cámara baja.
Este traumático acontecimiento histórico parece confirmar que al actual Partido Republicano se encuentra divido entre trumpistas y ultra-trumpistas. Los primeros vienen a ser el ala moderada y los segundos son verdaderos yihadistas que se inmolan por el magnate neoyorquino.