Nunca entendí muy bien por qué en los noticieros, en los programas de radio, incluso en los pronósticos escritos del diario se le dice "buen tiempo" a ese estado del tiempo anémico de agua, sin nubes, sin chaparrones ni charcos. Esta es una historia de un buen tiempo.
Ayer estaba preparándome para ir a trabajar a Telenoche y vi a mi compañera Roxana Martinez atrapada en la cima de la aerosilla de Los Cocos. En eso recibo un wasap de Diego, un amigo de la secundaria que, además de ser un tipazo, es bombero voluntario: "Fredy, se está complicando el viento, decile a tu compañera que baje". Yo sabía que Roxana estaba con mal tiempo pero con buena gente como lo son los bomberos.
Después de un día y medio de viento norte, que soplaba como un secador de pelo, el viento pasó a un viento sur con ráfagas de 50 kilómetros por hora. La lógica diría que el incendio que traía un viento del norte volverían las llamas sobre lo quemado y así se extinguiría de hambre, sin nada que quemar. Bueno la lógica no existe en incendios como este. Este incendio rompe las lógicas de los incendios cordobeses. Este no empezó con la mano del hombre, este nació de la naturaleza violenta de un rayo la semana pasada.
+ MIRÁ MÁS: Incendios en Córdoba: los problemas después de la lluvia
El otro día le pregunté al intendente de Capilla del Monte: "Pará, Fabricio, pará ¿vos me estás diciendo que con todo lo que se quemó en la zona justo un rayo cayó en una zona sin quemarse?". (se lo pregunté así a modo asombro Fantino). "Es de no creer", me dice, "pero sí". Por eso nada lógico podía suceder en el norte de Punilla y cuando el viento rotó, el fuego empezó a dispersarse de Los Cocos a Capilla con ganas de comerse un barrio.
La zona de Agua de los Palos en Capilla es un barrio nuevo de la ciudad que va trepando las lomas que van al lado de la ruta 38. A las 7 de la tarde un ejército de bomberos y vecinos se organizaba para esperar lo inevitable. Un incendio voraz venía bajando de Los Cocos. Se devoró cientos de hectáreas en una tarde. Las pregunta que más se escuchaba eran: ¿cuánto falta? ¿por dónde viene? ¿cuándo llueve? Faltaba, según las estimaciones de Diego Concha y su equipo, una hora y media. Ya había pasado por detrás del cementerio de Dolores y el temita de la lluvia era una respuesta que solo la naturaleza podía dar.
A las 21.30 sobre el fin de Telenoche, nosotros pudimos registrar desde el tanque de agua del cementerio de Dolores que las llamas estaban llegando a Agua de los Palos. Una ladera completa de uno de los cerros cercanos a Las Gemelas se consumió en los pocos minutos que dura un corte comercial de un noticiero. Así de rápido, así de dañino. En eso vimos los primeros refusilos en el cielo del norte de Punilla. Terminó Telenoche y nos cayó la primera gota de eso que a veces los pronósticos llaman “mal tiempo”.
+ VIDEO: El fuego estaba descontrolado, pero llegó el agua
Terminado el noticiero queríamos contar la buena nueva. Ahí se nos planteó un dilema. O lo cubríamos desde ese punto de las imágenes majestuosas de las llamas o nos volvíamos al frente de batalla en Agua de los Palos. O veíamos al malo de la película mojarse con lluvia o mostrábamos a los buenos de la película recibir el milagro. Decidimos lo segundo, los primeros protagonistas de estas historias de incendios que venimos cronicando desde julio. Y allá fuimos a Capilla.
Llegamos cuando todo empezó desmadrarse. Las llamas tenían más de 30 metros, el viento sur más de 50 kilómetros por hora, la gente que andaba con palas y chicotes se fue alejando por orden de los bomberos. Y los bomberos empezaron a parársele de frente al monstruo insaciable. A todos los mojaba la misma lluvia. Bomberos de Villa Maria, de Embalse, de Bialet. Se llamaban Cristian, Florencia, Pablo o Vanesa. Tenían trajes amarillos o naranja pero en algo eran iguales: el enorme alivio de sentir que por fin una de la naturaleza les vino a favor, la lluvia. “Pensamos con el intendente, se nos quema Capilla”, me dijo un Claudio Vignetta con lágrimas detrás de las antiparras, esta vez no eran por la irritación del humo, eran lágrimas de alivio.
Las fotos de la lluvia empezaron a circular por todas las redes y más tarde las imágenes de los bomberos empapados agradeciendo al cielo se llenaron de corazones y “Me gusta”.
Vengo de una familia del norte de Córdoba donde la gente aún junta lluvia en tachos de 200 litros para tener agua para tomar. Por eso me crié escuchando a mi vieja quejarse cada vez que un periodista decía “viene el mal tiempo” para referirse a las lluvias. Por eso ayer me encantó poder contar la historia del mal tiempo que hizo algo tan bueno.
+ GALERÍA DE FOTOS: la emoción de los bomberos bajo la lluvia