Un gigante aéreo con capacidad para 400 pasajeros, decenas de dormitorios, centenares de sillones, bares con largas barras y decenas de taburetes, salas de reuniones y un salón de actos presidido por un trono, se usó para llevar de Francia a Arabia Saudita un solo pasajero. Por cierto, Neymar no habrá viajado solo, sino con séquito. Pero que haya aceptado ir en el Boeing 747 de dos pisos que posee el príncipe Al-Waledd Bin Talal, es una muestra de la insensatez imperante en el orbe.
Desde que la ciencia calibró el peligro para la especie humana que implica el cambio climático, se debate cómo reducir la intensidad de la aviación comercial en un mundo globalizado. Está claro que el dióxido de carbono que produce la combustión de los aviones es uno de los contaminantes de la atmósfera que más contribuyen al calentamiento global. Por eso uno de los temas más abordados por quienes luchan para salvar la biósfera, es la aeronavegación y su efecto negativo en la atmósfera.
+ MIRÁ MÁS: Ya hubo una señal, ¿qué esperan para actuar?
Mientras los bosques arden simultáneamente en distintos puntos del planeta, en Europa se escuchan muchas voces cuestionando que millonarios y estrellas deportivas usen aviones para desplazarse incluso en distancias cortas. Con ciudades arrasadas por incendios y sequías multiplicándose como nunca antes en el mapamundi, utilizar un jumbo para transportar a una persona constituye una muestra de indiferencia frívola frente a la mayor amenaza que ha sufrido la humanidad.
Por cierto, respecto al calentamiento global, el Boeing 747 que llevó a Neymar al país donde lo espera la camiseta del club Saudi Al-Hilal podría parecer una gota en el mar. Pero lo que muestra es mucho más que una gota.
El príncipe Al-Waleed Bin Talal, igual que sus hermanos, tíos, primos y demás miembros de la extensa familia Al Saud, apellido que da nombre al reino más extenso de la Península Arábiga, siempre usan para sus viajes esos aparatos gigantescos que dañan la atmósfera sumando gases de efecto invernadero. Los usan para trayectos largos, medianos o cortos. La ostentación está por encima de la responsabilidad ambiental en un país donde, entre magnates privados y miembros de la casa real, suman miles de aviones de todos los tamaños.
No se le ocurrió al imperceptible rey Salman pedir a su familiar que no use su Boeing 747 para traer a Neymar. Tampoco a quien gobierna el reino, el príncipe Mohamed Bin Salman, se le ocurrió impedir ese inoportuno acto de vulgaridad y ostentación. Pero además nadie apareció en los gobiernos y la prensa internacional señalando el negativo ejemplo que implica usar un gigante construido para transportar medio millar de personas, para el viaje de un puñado ínfimo de gente.
Por cierto, no es el único caso. El “Trump Force One” que usa el magnate neoyorquino para desplazarse incluso dentro de Estados Unidos, es un Boeing 757. Y no se escuchan voces que acusen la magnitud del despropósito.
Donald Trump es un negacionista que ejerció el negacionismo como presidente, por ejemplo retirando a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, y como millonario megalómano y vulgar, viajando de Miami a Nueva York de una manera absurda y lacerante para la atmósfera.
Las clases dirigentes, que abarcan desde gobernantes a estrellas deportivas, podrían ser ejemplo de racionalidad en tiempos de grave peligro para la biósfera. Eso deberían reclamarle las sociedades desde las redes y los grandes medios de comunicación.
Pero nadie pregunta si no es más lógico en este tiempo de humanidad bajo amenaza que Neymar viaje en vuelo regular, de esos que harán su recorrido con centenares de pasajeros con o sin el futbolista a bordo.
+ MIRÁ MÁS: La gran sorpresa en las urnas de Ecuador
Sobre el viaje del astro brasileño al país árabe, se habló del trono, de las habitaciones, de las salas de reuniones, los bares y los salones que habrá recorrido el futbolista durante el vuelo. Lo que no se dijo es el nivel de vulgaridad e insensatez que implicó ese vuelo sobre bosques que arden desde Oregón, en el noroeste de Estados Unidos y desde el centro y sur de Canadá, hasta la balcánica Grecia, pasando por Canarias y por la España continental.
En el verano más caliente de la historia registrada en el hemisferio norte, un astro del fútbol se fotografió bajando de una inmensa fábrica de CO2. Junto a la postal de la ciudad hawaiana de Lahaina reducida a cenizas por un incendio sin antecedentes, y a las postales del fuego en las puertas de Tenerife y de Atenas, la frívola postal de Neymar bajando de la ciudad aérea en la que siempre viaja un ostentoso príncipe saudita, resulta reveladora del nivel de estupidez y negación de la realidad que impera en el orbe.