Analía y Guillermo son de las tantas parejas argentinas que ven pasar los años inscriptos en el registro de adopción sin que llegue ese llamado esperado. Se enteraron de las posibilidades de adoptar en Ucrania y desde allá los llamaron. Tenían hora y fecha para una audiencia en el juzgado en Kiev y viajaron. Les dieron media hora para revisar carpetas donde estaban casos de niños en adopción. Un traductor les ayudaba y así conocieron la historia de estos tres hermanos.
Estaban en el límite con Rusia en una región atormentada por una guerra separatista. Los dos más grandes estaban en un orfanato junto a otros 350 huérfanos de la guerra y la más chiquita, Vika, estaba en otro instituto, en otra ciudad. Fue a la primera que conocieron. Las pocas palabras ucranianas que llevaban aprendidas Analía y Guillermo, quedaron enterradas en la nieve. En la zona separatista se habla ruso. “Pero las palabras no fueron tan necesarias”, cuenta Analía. “Victoria vino corriendo y nos abrazó y ahí sentí que era mi hija”, agregó.
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Lo que siguieron fueron cuatro meses para esperar el juicio de adopción. Un día en una ciudad, al otro día en la otra ciudad. Un día con Benjamín y Paulina y otro día con Victoria. Veinte grados bajo cero en el cierre del invierno y el mundial de Rusia que demoraba ciertos trámites de papeleo del varón que estaba anotado de ese lado de la frontera. Todo en medio de bombardeos y controles de guerrilleros y soldados de dos ejércitos.
- Y en todo ese marco, ¿no pensaron en rendirse y volver?
- ¿Y dejar a nuestros hijos allá?
La respuesta de Guillermo es contundente y firme como la de un padre. Así de simple. Esa claridad meridiana más a allá de los prejuicios y la ignorancia. Los niños ante el tribunal confirmaron su deseo de vivir con ellos. Cambiaron sus nombres rusos por nombres que eligieron, salvo Vika que sí tiene traducción: Victoria.
Cuando volví de hacer la nota quería ver algunas publicaciones donde está la historia de estos papás que querían adoptar antes que los años los encuentren en edad de ser abuelos. Y la mejor opción fue poner en Google “adopción + niños + Ucrania + Argentina”. Y aparecieron un par de notas donde se veían varios comentarios “fueron a adoptar niños rubios”. Seguí viendo las publicaciones que había y encontré un artículo del diario El Pais de España que me dejó sin aliento.
Narra la odisea de los huérfanos y los que aún tienen padres que son preparados en campamentos infantiles para la guerra. Vi a un nene rubio con un fusil kalashnikov entrenándose para matar o morir. Y es tan parecido a Benjamín que apagué la computadora. Con la computadora en negro y la mente en blanco, por suerte, se me vino la imagEn de Benjamín abrazando a su papá Guillermo.