Hay fotografías que pueden representan en una sola imagen todos los problemas de una sociedad. Eso es lo que vimos en un móvil de Arriba Córdoba, del jueves 19 de marzo, donde Roxana Martínez recorrió uno por uno, los jubilados que, sin respetar distancia entre ellos, hicieron cola desde las 6 de la mañana en un banco. No importa cuál.
“Mi hija no puede ayudarme, tiene tres chicos a cargo”, eso le contestó una señora ante la consulta de la periodista sobre por qué no se quedaba en casa. “Además, no sé cómo se usa otro sistema”, sentenció.
La bancarización de los jubilados es una deuda pendiente. Los responsables se escudan en una frase: “Los abuelos son cabeza dura, quieren venir igual”. ¿En serio? En medio de una cuarentena que los afecta directamente a ellos y los pone en una situación de riesgo total. A veces, el problema no es del que aprende; a veces el problema es del que enseña.
+ MIRÁ MÁS: El embarazo en tiempos de coronavirus
“Sí, soy un paciente de riesgo”, dice una mujer con barbijo. Y aclara: “Necesito la plata”. Los bancos ampliaron el límite de retiro de dinero por cajero automático pero muchos de los jubilados no lo sabían.
“¿Van a ir casa por casa a entregar dinero?”, argumenta una señora que intenta justificar la razón por la cual se encuentra a la mitad de una fila que ya dobla la esquina del banco.
A veces, el problema no es del que aprende; a veces el problema es del que enseña.
Los horarios especiales para la atención en los bancos fueron insuficientes. Los espacios están desbordados. La consecuencia: no tenemos idea. Ojalá pudiéramos establecer una relación causa-consecuencia en el contagio del coronavirus. Sólo tenemos una certeza: una acción individual tiene impacto social.
“No hay motivo técnico para que venga tanta gente, todos los clientes que están en la cola tienen su tarjeta de débito, pueden cobrar por cajero y pueden comprar con tarjeta de débito”, explica el gerente de un banco. No importa cuál.
La ayuda
Hijos, nietos, familiares, amigos. Cualquiera puede ayudar en esta situación. Pero también un estado presente y privados responsables
Mientras la historia estaba al aire en la pantalla de El Doce, los mensajes en las redes sociales, se multiplicaron: indignación, preocupación, tristeza, bronca y resignación. Si como sociedad, no podemos encontrar la manera de ayudar a los que son más vulnerables en este momento, estamos perdidos. La energía que se gasta en criticar debería canalizarse para pensar de qué manera cambiamos la foto.
+ MIRÁ MÁS: Los mensajes de calma y responsabilidad
Culpar a los viejos es fácil. Pero esos viejos son parte de alguna familia. La mía, la tuya, la del vecino, de un conocido, de una sociedad a la que pertenecemos.
La culpa no es de ellos. Es de todos. Y hoy, todos tenemos que quedarnos en casa. Sobre todo, ellos.