En esta provincia y en esta ciudad, con el nulo desarrollo tecnológico del siglo 19 y la primera mitad del 20 se hicieron obras tan determinantes para el desarrollo que hoy siguen siendo pilares para el funcionamiento de Córdoba.
Seguimos abasteciéndonos de agua de un embalse construido en 1880, llegamos hasta el rincón más recóndito por caminos que se trazaron en aquellos años o incluso antes, cruzamos puentes centenarios, podemos andar por el centro de la ciudad porque hace casi 100 años canalizaron el cauce del arroyo La Cañada. La lista es larguísima.
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A casi dos décadas de iniciado el siglo 21, una decena de fábricas, ubicadas a unos 10 kilómetros de la plaza central de la ciudad de Córdoba, no pueden trabajar porque la calle de tierra en la que están emplazadas se convirtió en barranco.
Uno mira y vuelve a mirar las imágenes del móvil de El Doce en barrio Los Boulevares e imagina una escena de la época del Virreinato, aunque ya los jesuitas por aquellos años habían incorporado bastante en materia de obra pública. Video:
La Córdoba de los barrancos en su éjido urbano y productivo no atrasa años, atrasa siglos.
¿Qué clase cataclismo padeció la aldea fundada por Jerónimo Luis de Cabrera para que a esta altura del siglo 21 tenga calles de tierras, anegadas, hundidas, destruidas, abandonadas de toda acción del Estado?
Es como si esta ciudad hubiese habido un momento en la que dejaron de construir y la empezaron a destruir. Hoy, mostrabamos en Arriba Córdoba baches de varios metros de diámetro en avenidas de alta circulación.
Responsables e irresponsables
La alta presión impositiva, la abundante planta de personal y la disponibilidad de tecnología no alcanzan para obras básicas y sencillas.
La responsabilidad (o irresponsabilidad, más bien) de la última gestión que tuvo dos períodos surge como más que elocuente. Ramón Mestre se fue del cargo sin ensayar la más mínima autocrítica de sus ocho años como intendente y se dedica ahora a mandar prolijos saludos navideños por las redes, sin reparar la devastación en la que dejó a buena parte de la ciudad.
La actual administración de Martín Llaryora se lava las manos con el argumento de que recién arrancan. Algunas precisiones útiles al respecto: la continuidad jurídica del Estado hace que los servicios se deban prestar sea el primer o el último día de una gestión; el actual intendente fue elegido en ese cargo siete meses antes de asumir; los funcionarios municipales integran un equipo que gobierna la Provincia hace más de 20 años.
Mientras tanto, en medio de una fuerte crisis nacional, hay cordobeses que no pueden trabajar porque su calle se la llevó la desidia.