La economía llegó sin aire al día de las elecciones. Hay control sobre el dólar, sobre los precios más relevantes de la canasta familiar, sobre los combustibles, sobre las tarifas, sobre la tasa de interés y sobre las importaciones y exportaciones.
Está todo intervenido. Pero el problema es que las intervenciones duran poco y esa duración depende del capital político de quien las aplica.
Ese sería uno de los grandes riesgos que se ponen en juego hoy. ¿Podrá el oficialismo sostener esas variables así, sin hacer nada?
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Hay consenso entre los economistas de que eso no es posible por una sencilla razón: la plata no alcanza. En los últimos dos años el gasto público, medido en dólares, creció 30 por ciento.
Es cierto, mucho se debe a la pandemia, pero lo cierto es que creció y que se financió con emisión, es decir, con plata inventada que provoca inflación y, por ende, aumenta de manera ficticia la recaudación.
Sostener esa lógica con una conducción política frágil tropieza con un riesgo cierto muy delicado: que la tasa de inflación, que viaja al preocupante 3 o 4 por ciento mensual, no se pueda controlar y se espiralice.
Agotado
Por el momento, hay consecuencias tangibles de que esa estrategia está agotada: un dólar libre está por arriba de los 200 pesos y la brecha con el oficial supera el 100 por ciento. Es inviable pensar en sostener eso dos años más.
Hay un dato adicional que lo hacen inviable: en el 2022 hay vencimientos con el FMI por 19.115 millones, entre capital e intereses. Netas, en el Central, hay 3000 millones de dólares en reservas. Alguna respuesta hay que dar: o hay un acuerdo, aunque sea modesto, o Argentina incumple.
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Preocupan en el sector privado algunas señales que vendrían de La Cámpora, que estarían relativizando el riesgo de no acordar. “Nada se solucionaría en la economía”, dicen. Si nada se solucionaría, ¿para qué acordar?, es la pregunta que se hacen
El problema es que no acordar con el fondo no será inocuo. Y gestionar dos años con una economía en default será extremadamente complejo, más todavía si no hay una conducción política fuerte. No sabemos siquiera si hay un plan para el día de mañana.
Pero lo que se pone en juego en definitiva es si habrá capacidad de gestionar algo, lo que fuese.