Capítulo 1: Justo a tiempo
Cuando los agentes entraban al edificio donde vive Cristina, mi vieja dijo “y qué le van a encontrar” y siguió haciendo sus cosas. Le dio al tele la espalda y siguió con su vida. Esa vida de no creer en la justicia. Yo le iba a decir esa frase que dicen los abogados, “una justicia lenta no es justicia”, hablarle de los fueros y las garantías y la mar en coche. Pero para qué si mi vieja ya tiene más años que yo en este país.
Capítulo 2: El tiempo justo
Un amigo que hace mucho viajó, vino ayer y me dijo vení te quiero dar algo. Sacó de su bolsillo un pequeño presente de su último viaje. Me explicó que lo creía perdido y que nunca me iba a decir: “Vos sabés que me acordé de vos y te compré algo y después lo perdí”. Yo, con el presente en la mano, estaba feliz. Por eso del regalo pero sobre todo por el gesto noble de darle al regalo el destino pensado. Y me quedé pensando que por algo le dicen “presente” y el día que lo compró allá lejos pensando en mí lo hizo para siempre un presente eterno para mí. Me pareció un gesto justo. Y eso me colmó de paz.
Capítulo 3: La Justicia llega
A Roberto le atropellaron el hijo en febrero. El hombre que lo chocó se dio a la fuga y días después lo detuvieron. Ese hombre que atropelló y se borró, el jueves a la madrugada también fue atropellado, también tuvo traumatismo de cráneo y también el conductor que lo embistió se fugó. Roberto me dijo que, hasta ese momento, siempre había pensado que "todo vuelve en la vida". Pero ese hambre de justicia de pronto le cayó pesado. Le pesaba esa ley del ojo por ojo.
Capítulo 4: El equilibro justo
Si la justicia es revancha no es justicia. Si es lenta tampoco es justicia. La empatía del padre que ve que ese deseo insaciable de justicia le quema las tripas es una enseñanza. Tan hambreados andamos de justicia que el día que nos llega en un golpe del destino nos cae pesada. Alguna vuelta le tenemos que encontrar para no sentirnos tan despreciados. Cuando hablé con la mamá del muchacho atropellado el jueves y que había chocado en febrero, me dijo “reconozco el error de mi hijo y cuando me enteré lo que hizo recé por el otro muchacho”.
Hoy dos padres rezan, pero eso que llamamos justicia no puede ser simplemente el impulso hambriento de las víctimas o una vuelta del destino. Sin saberlo del otro, ambos padres dijeron en ambas notas dos frases iguales: "me pongo en el lugar del otro" y "debemos hacernos responsables".