De pronto vi mil personas juntas. Iban paradas caminando una al lado de otra. Muchas de las mil iban abrazadas a otras tantas de las mil.
Muchos tenían lágrimas que caían en el barbijo. Todos tenían barbijo. Hasta la mujer que iba abrazada al marido y miraba al cielo, esa mujer de los mil desconsuelos, tenía barbijo. Detrás del barbijo se escuchaba su letanía: “Ay, Dios, por un celular, hijita mía te mataron por un celular, la dejaron tirada, por un celular”.
Los comerciantes y clientes de la Alem, yo los vi, primero aplaudían y lloraban el paso de los mil, pero después se metían entre ese abrazo doliente en tiempos de aglomeraciones prohibidas.
+ MIRÁ MÁS: El dolor del papá de Loriana Tissera
Hicieron dos cuadras y la marcha se metió a Villa Azalais. Yo venía al frente con el resto de los periodistas y ahí decidí pararme con mi celular y meterme en el medio. Solo me quedé parado, con el celular en alto, en la profundidad de los mil. En ese silencio, cuando bajé el celular, una señora me tomó el brazo y me dijo: “Dejen de hablar del coronavirus, acá nos están matando”.
Ni las ciudades chinas vacías, ni los camiones del ejército italiano a tope de ataúdes, ni el jopo de Trump con sus locuras, ni las fases, ni los coes; nada de eso genera un miedo comparado a unos pasos arriba del techo.
Hay barrios donde podés bañarte de alcohol en gel pero sabés que no podés salir a comprar pan a cierta hora.
Hay barrios donde podés bañarte de alcohol en gel pero sabés que no podés salir a comprar pan a cierta hora.
Que sin colectivo y sin gente en las paradas, los celulares para robar están en otras partes. Están en el laburante que vuelve a su casa en bicicleta y lo arrebatan para que caiga y deje la bici.
Esos miedos son tan cercanos, tan inmediatos que son reales.
+ MIRÁ MÁS: Mosquera: “No hay zonas liberadas ni tomadas por la delincuencia”
Algo de eso pasó por la cabeza de cada uno de los mil cuando se olvidaron del distanciamiento social. Toda esa realidad de cada día iba pasando a mi lado como un susurro.
Ahí sí la dicotomía “prefieren salir a trabajar o prefieren vivir” no funciona, porque quedarse o salir en algunos barrios es una forma de morir, de ser Loriana.