El llanto desconsolado de un hombre joven, un anónimo mecánico de autos al que le desvalijaron el taller que con espíritu emprendedor acababa de inaugurar, desató una colecta viral que en pocas horas se hizo tan grande que el propio beneficiario pidió frenar.
La conmovedora historia de superación de Ángelo, "el chico que estudia en la peatonal", activó ayudas de todo tipo, desde la donación de una computadora y útiles escolares hasta una beca de estudio de la automotriz Renault.
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Un rasgo clave de los dos casos retratados esta semana en la pantalla de El Doce es que no hubo de por medio dirigentes políticos convencidos de su imaginario don para la beneficencia. Ningún burócrata estatal con cargo vitalicio haciendo caridad con recursos que no genera ni le pertenecen.
La sociedad civil muestra más voluntad de gestionar soluciones reales que quienes cobran abultados sueldos con ese supuesto propósito.
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Fueron verdaderas acciones solidarias de cientos de particulares sensibilizados por estas historias de gente común. Omar y Ángelo, dos personas que con su testimonio convencieron a una multitud de que merecen una suerte mejor que la que les viene ofreciendo una sociedad que no para de descender por el círculo vicioso del populismo y sus inevitables consecuencias: el empobrecimiento estructural, el agigantamiento de la desigualdad de oportunidades y la inseguridad.