Esopo fue un poeta que vivió en la antigua Grecia en el siglo VI antes de Cristo. Nos dejó fabulas y moralejas que repetimos hasta el día de hoy. Entre las más famosas se encuentran “El pastor mentiroso”, “La tortuga y la liebre” y “La gallina de los huevos de oro”.
Otra fábula muy conocida es “Las dos alforjas” que cuenta el origen de la humanidad. Cuando Zeus moldeó al hombre le colgó dos alforjas. Una con defectos ajenos y otra con defectos propios. La primera la colgó adelante, pero la otra la puso en su espalda. Desde entonces el hombre camina por la vida viendo los defectos ajenos, pero ignorando los propios.
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Este cuento, de más de 2500 años de antigüedad, sirve para graficar la postura de la AFA ante los polémicos arbitrajes en la Copa América. El reclamo es válido y es necesario que la Conmebol dé respuestas cuanto antes por los pésimos arbitrajes que opacaron la consagración de Brasil, un justo campeón continental.
Durante los últimos días, Claudio "Chiqui" Tapia denunció injusticias y reclamó públicamente “un fútbol limpio, justo libre de sospechas”. Hasta ahí todos coincidimos y reclamamos que así sea, pero lo ideal sería comenzar por casa y pedir que esos preceptos primero se cumplan en el fútbol argentino.
En el último año, los escándalos en el ascenso argentino se multiplicaron. Las inequidades, el perjuicio hacia los clubes del interior y las denuncias por soborno fueron moneda corriente.
Hace unos días, en una final por el ascenso, San Jorge de Tucumán realizó una sentada para protestar por el mal arbitraje. A los tres días, la AFA, en vez de investigar el hecho, decidió a sancionar al equipo que protestó haciéndolo descender y dio por ascendido al otro equipo.
El club “favorecido” por el fallo es Alvarado de Mar del Plata, ligado al diputado nacional Facundo Moyano, cuñado del propio presidente de la AFA. En el medio del caso renunció el presidente del Tribunal de Disciplina por “fatiga moral” y deslizó que había demasiados arreglos en el fútbol.
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Unos meses antes, el otro ascenso del Torneo Federal A se vio envuelto en otro escándalo. Un propio jugador de Estudiantes de Río Cuarto confesó que los árbitros los favorecieron porque AFA “les debía un favor”. Ante la falta de respuestas, un dirigente del equipo que perdió la final, Sarmiento de Resistencia, se encadenó en la puerta de la AFA pero el caso quedó en la nada.
Lamentablemente, estos casos se repiten hasta el hartazgo en las categorías de ascenso, pero nadie tiene la fuerza o la voluntad para hacer algo. En este contexto, la AFA encontró la excusa perfecta para ocultar todos sus errores: denunciar la corrupción de la Conmebol.
Tapia camina por la vida mirando la alforja de adelante, la Conmebol, pero ignorando la de atrás que es la AFA. Lo más sano sería que el fútbol argentino arregle todas sus irregularidades e injusticias antes de reclamar en otros lados. Predicar con el ejemplo, hoy y siempre, sigue siendo la mejor moraleja.