El Banco Central logró interesar al 100% de los que tenían Lebac, que les renovaron los títulos de deuda. Pero claro, no fue gratis: pagó 40 por ciento anual, mientras que por otro lado puso una muralla de 5.000 millones de dólares en reservas, dos días, para fijarle un techo al dólar.
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Así, la tentación de quedarse en pesos fue enorme y le resultó. ¿Qué sigue ahora? Lo primero, es lograr la estabilidad de la divida. El argentino está asimilando el piso de los 24 pesos, pero lo que trae incertidumbre es un precio errático. Si ése será el “nuevo precio” del dólar, después de haberlo atrasado en 17 pesos todo 2017, hay que esperar un acomodo de toda la economía en torno a esos 24/25 pesos. Todo es insumo dependiente y si bien la falta de consumo actúa como un dique de contención, este dólar asegura un traslado a precio de al menos dos por ciento para mayo. Con una inflación del 2,7 en abril y un 9,6 por ciento en lo que va del año estamos cerca de consumir en medio año lo que se pautó para un año entero.
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Lo más costoso de este supermartes es que dejan tasas caras para rato. Un 40 por ciento de referencia tracciona hacia arriba todo el costo del dinero: la Pyme termina pagando 70 por ciento por un descubierto, desaparecen las líneas de capital de trabajo y para descontar un cheque tiene que asumir un interés del 40 por ciento anual. Eso impacta en los créditos personales, prendarios y las tarjetas de crédito también.
Y lo que sigue será una nueva discusión paritaria: el 70 por ciento de los gremios privados acordó entre 15 y 16 por ciento más una cláusula de revisión pautada para octubre.
Lo cierto es que la prueba del martes se superó, pero fue muy cara. Y además, nos deja mucho más pobres a los argentinos, porque nuestro peso vale casi 50 por ciento menos que hace un año.
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