Es imposible encontrarle un único sentido al voto de decenas de millones de personas diferentes, inspiradas en una amplísima variedad de ideas, sensaciones, emociones. Sin embargo, en el mundo de la política y del periodismo ese ejercicio es un clásico: “La sociedad expresó tal cosa”, “la gente apoyó la continuidad del gobierno”, “la ciudadanía pidió un cambio”, son sentencias comunes a la hora de analizar los resultados electorales.
Ese ejercicio es más difícil de practicar en una elección legislativa de medio término como esta, en la que cada distrito presenta una realidad aparte, con sus propios candidatos y dinámicas políticas incomparables. El caso de Córdoba y su sólido y permanente rechazo al kirchnerismo, es un ejemplo.
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Pero si hubiera que elegir una conclusión principal de lo que comunicó la sociedad argentina hoy en las urnas, puestos a continuar con esa tradición simplificadora, esa definición que surge de la urnas sería la ratificación de que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no tiene el permiso social para acelerar el proceso de sometimiento de las instituciones con el que fantasea.
Su pulsión autoritaria encuentra un fuerte límite, aunque cuente con un significativo respaldo de más de un tercio del electorado. Ese persistente apoyo, pese a los calamitosos resultados sociales, económicos y políticos de las largas cuatro gestiones que lleva el kirchnerismo en el poder, es un desafío enorme para que la Argentina encuentre una oportunidad de revertir el crónico ciclo de decadencia iniciado hace por lo menos medio siglo.
Rumbo a lo incierto
El rumbo que tomará la gestión del Frente de Todos tras el debilitamiento de su representación parlamentaria es imprevisible. Y las dudas se centran en el camino que elegirá la vicepresidenta Cristina Fernandez de Kirchner.
¿Impulsará una radicalización de la administración que en los papeles encabeza su testaferro político, Alberto Fernández? ¿Profundizará el aislamiento internacional, insistiendo en la confrontación con el FMI y la asociación con los regímenes autoritarios con los que tiene más afinidad? ¿O buscará, en cambio, abandonar el gobierno, como amagó hacer tras las Paso? Esta segunda opción le permitiría intentar despegarse de la gestión de Alberto Fernández y aspirar a conservar ese más que significativo apoyo de más de un tercio del electorado. En uno u otro escenario, también es una incógnita decisiva cuáles serán las respuestas dará el presidente.
Lo concreto es que, para cualquiera de esos posibles escenarios, es fundamental el límite que expresó la sociedad a la facción que lidera Cristina Fernández de Kicrchner.
Y aunque hay consenso en que los meses por venir estarán plagados de dificultades y turbulencias, conviene no pasar por alto que el futuro de la Argentina, sin este límite que esbozan las urnas, sería mucho más ominoso.