Néstor Kirchner y Mauricio Macri tuvieron un denominador común al iniciar sus ciclos políticos al frente del gobierno nacional. Ambos dijeron, palabras más palabras menos, que se conformaban si al final de sus gestiones se podía decir que la Argentina era un país más o menos normal, sin sobresaltos, con cierta previsibilidad.
En un país dividido por las opiniones extremas de los seguidores de ambos y de los que no lo son de ninguno, parece estar claro que los dos fundadores de los últimos proyectos gobernantes han fracasado en aquel augurio.
Los períodos en los cuales la Argentina no vive sobresaltos son cada vez más acotados. Y nos pasamos discutiendo como huevo y gallina, si la inestabilidad económica produce inestabilidad política o viceversa.
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No parecen haber fracasado sólo ellos. Una sociedad entera es consumida por estas turbulencias, mientras espera que alguna vez se concreten los vaticinios de que ese futuro de prosperidad que tantas y repetidas veces se viene augurando.
Macri se sostenía en dos pilares, el rechazo por el pasado y la expectativa de futuro. Pero había sido advertido: el pasado se iba a ir alejando cada vez más y el futuro un día iba a estar muy encima.
El Presidente vuelve a intentar fugar hacia adelante. Dice que toda esta tormenta financiera-cambiaria, de impacto concreto en el bolsillo y la calidad de vida de los argentinos, es porque los mercados temen que él no siga en ese cargo. Pero este vendaval lo único que hace es alejarlo de esa posibilidad.
Es decir, si los mercados quisieran que siguiese, ¿no deberían tener otro comportamiento?
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Es apenas una de las tantas dudas en medio de semejante incertidumbre. El Gobierno ha vuelto a descartar que piense en María Eugenia Vidal como alternativa de candidata presidencial. Pero algunos operadores de diálogo con los principales funcionarios de la Casa Rosada que el llamado plan V sigue vigente y más que nunca.
Lo mismo no deja de sorprender que se responsabilice la inestabilidad cambiaria a un posible resultado electoral, cuando hay una amplia mayoría de argentinos que dice que aún no decidieron su voto.
Lo que pasa es que son muchos más los que están mirando a la góndola que a la urnas, en un país que todos los días da un paso más hacia la imprevisibilidad.