Para nada estoy de acuerdo con el proyecto de la actual gestión municipal de aplicar la alcoholemia cero dentro del ejido urbano de la ciudad de Córdoba.
Suena a cortina de humo para desviar el eje del leonino impuestazo con el que debutó la gestión Llaryora/Passerini.
La acción parece del estilo de Ramón Mestre padre, aunque el fallecido intendente demostró que hizo funcionar bastante bien a la administración municipal. En la gestión actual, eso está por verse.
Imponer a rajatabla la alcoholemia cero en la Capital tiene un tufillo marketinero al más puro estilo De la Sota, tal vez el alter ego del intendente y su vice.
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Dicen que los controles de la Policía Caminera lograron reducir en cien las víctimas fatales en las rutas de la Provincia. Al menos yo ignoro, y creo que la gran mayoría de los cordobeses también, cuantas de las víctimas fatales en accidentes de tránsito tienen como causal la ingesta excesiva de alcohol.
Nadie sabe porque ni la Caminera ni las autoridades informan los niveles de alcohol en sangre de esas personas fallecidas en accidentes.
Sí lo saben los muy buenos médicos especialistas en adicciones del Hospital Municipal de Urgencias, que no atienden detrás de un escritorio como muchos funcionarios, sino en el shockroom. Allí comprueban cada fin de semana que los heridos graves y los que mueren en accidentes en calles y avenidas, casi todos tienen más de un gramo de alcohol en sangre. Es decir, tres veces o más que el límite máximo que rigen hoy en la ciudad de Córdoba 0,4 g/l.
En otros lados
Con esta medida que proponen Llaryora/Passerini, copiada de la que rige en las rutas de la Provincia, Córdoba no se parece en nada a las ciudades más turísticas y avanzadas del planeta. España permite 0,5 g/l, igual en Escocia, Reino Unido 0,8 g/l, Alemania 0,5, excepto para los conductores noveles que aquí sí la tasa es cero. Francia, Grecia, Portugal y Suiza igual 0,5 g/l.
Llaryora/Passerini no consultaron ni siquiera a sus excelentes cuadros que han viajado por el mundo haciendo maestrías en seguridad vial.
Tampoco consultaron a los comerciantes nucleados en la Asociación de Bares y Restaurantes, a los que esquilman con sus draconianos cedulones de impuestos.
De prepo, se encolumnaron en un proyecto marketinero y claramente recaudaotorio, divorciado de cualquier plan de mediano y largo plazo destinado a ponerle freno a las adicciones que tantas muertes causan en nuestra sociedad y, sobre todo, en nuestras generaciones más jóvenes.
En lo personal, me suena hasta violento que quieran poner una multa a una persona que va a cenar a un restaurante a diez o veinte cuadras de su casa por haber tomado una copa de vino, que, dicho sea de paso, ha sido declarada bebida nacional.