Los mates más dulces de mi vida los cebó una chica con los pies. Fue hace ocho años en Luque. Fuimos porque nos contaron de una chica que había terminado el colegio técnico y no tenía brazos. Que los planos los había hecho con el pie, que escribía con el pie y un montón de cosas que solo hablaban de su espíritu de superación.
No había demasiadas redes sociales en ese entonces así que en el viaje me imaginaba cómo lo logró. Llegamos y no tenía aún una imagen fija hasta que la vi. Estaba con su novio y con su abuela. Dos mangas negras vacías les colgaban de sus hombros estrechos. Entramos, empezamos a hablar y de pronto alguien acerca un termo, una yerbera y un mate de palo santo. Verónica Bustos, así como uno se sienta lo más tranquilo a charlar en una rueda de mate, empezó a cebar. Tomó entre el dedo pulgar e índice de su pie derecho la cuchara. Dos cucharadas de azúcar, unas seis cucharadas de yerba y agua que echó del termo Lumilagro.
Yo no les voy a explicar cómo se ceba un dulce, pero no puedo dejar de explicar los movimientos quirúrgicos y naturales de la Vero en el arte de cebar. Calzó entre los dedos del pie el mate y me lo alcanzó hasta mi mano. Pablo me contó que se enamoró para siempre el día que la vio enhebrar una aguja.
—¿Te imaginás que ella te de un abrazo?— le pregunté a Pablo.
—Sí, me encantaría. Incluso ella a veces me da unos abrazos.
Hoy la volví a ver. Por una nota de ElDoce.tv. Veo que hay una mamá que emocionó a toda una escuela porque fue para la maratón de lectura. Veo en las fotos a nenes pintando con un pincel entre los pies. Veo que hay una mamá sin brazos y un hijo emocionado. Veo que fue en Luque. “Yo la conozco”, pensé.
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Entre las fotos hay dos dibujos que impactan. En una, Verónica pinta con los pies un cartel que dice “saber pintar es saber decir las cosas”. Y en la otra está el cuaderno de Kevin, el hijo de Verónica. Hay un nene de remera amarilla con un corazón gigante y un pincel en el pie. Al lado una mamá sin brazos que hace lo mismo. Escrito en imprenta de orgullo dice “dibujamos con los pies. ES EL MEJOR DIA PARA MÍ”. No lo conozco a Kevin pero me lo imagino enorme, un gigante chiquito lleno de orgullo.
Me pregunto mil cosas con el asombro con el que tomaba sus mates aquel día. Sé que es mamá de Kevin y una nena hermosa. Que con Pablo le siguen encontrando la vuelta para no bajar los brazos. Y que Kevin tuvo su mejor día. Aquel día, cuando volví de Luque traje una carta escrita de letra y pie de Verónica para Arriba Córdoba y una sola idea en la cabeza con la que arranqué el informe:
“A Verónica dan ganas de abrazarla fuerte, bien fuerte; tan fuerte hasta que nuestro brazos se queden con ella”. La nota con Verónica, ocho años atrás: