Cómo y cuándo murió Mariela Natali es por ahora una incógnita. Una de tantas.
Por ejemplo, por qué un ejército de rescatistas nunca visto pudo encontrarla cuando todavía estaba con vida, en algún punto de un sendero dificultoso pero que no tenía más de cinco kilómetros entre la base y el dique Los Alazanes.
Los que están al frente de la investigación saben que Mariela Natalí había hecho esa travesía al menos un par de veces antes.
Los forenses que le practicaron la primera autopsia opinan que de acuerdo a lo que examinaron en el cuerpo de la joven santafesina, de 44 años, no tenía muchos días de muerto, unas 48 o 72 horas.
No obstante, no tienen la certeza absoluta. Y se abre otra ventana en la investigación para determinar la fecha exacta de la muerte, que puede ser todavía más amplia, tal vez cinco días o una semana inclusive.
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Repasemos algunos datos de la escena dónde fue hallado el cuerpo de Mariela, boca abajo en un arroyo de no más de 20/30 centímetros de agua fresca y cristalina.
La temperatura del agua durante el día oscila entre los 10/11 grados. Y en esa altura, baja bastante durante la noche.
Mariela estaba al lado de una piedra, también en un lugar muy fresco.
Su cuerpo tenía larvas. Y aquí es donde se convierte en clave una segunda opinión calificada que la bióloga Batán le proporcionará a la Justicia, después que termine de analizar las características de estas larvas.
Para la ciencia forense es de manual que apenas las personas mueren, el primer insecto que ataca el cadáver son las moscas que depositan allí sus pequeños huevos.
Esas larvas reciben el nombre de “necrobiontofogas” y, como la mayoría de las larvas, se alimentan de tejido muerto.
Pero también hay otras que comen tejidos vivos, como las que atacan a los animales del campo, popularmente conocida como “bicheras”, que infectan a vacunos y perros, por ejemplo.
Esas larvas hacen sobre la piel lo que se conoce como una “pupa” y de allí emerge la mosca adulta. Con el análisis de esas larvas/moscas, los forenses se pueden acercar bastante a la fecha fehaciente de la muerte de Mariela.
Por eso es que los forenses acuden en auxilio de esta rama de la biología para determinar si las larvas encontradas en el cadáver de Mariela pueden haber sido previas a la muerte.
Es decir que, por ahora, el margen de la fecha de la muerte que tienen los forenses es más bien difuso, poco concreto. No descartan que su deceso se podría haber producido incluso una semana atrás del hallazgo del cuerpo.
Sin violencia
Otro dato que surge de la investigación es que Mariela envió mensajes con su celular entre cinco y seis días después de desaparecida. Ella estuvo extraviada quince días.
Como ya se ha dicho, el lugar donde fue encontrado el cuerpo es un pequeño campamento. Es probable que haya dormido allí donde hay pisada de animales como si fuera un rodeo.
Como ya se dijo también, la piel de Mariela no tiene signos de violencia física. Los forenses no descartan que haya estado agotada y que también hubiera estado cursando alguna posible infección.
Estiman, además, que pudo haber estado sentada en esos instantes finales de su vida, se cayó desmayada al agua y ya no se pudo levantar. Al analizar sus vísceras, los facultativos no encontraron alimentos en su estómago, salvo un puñado de yerba.
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Menos probable, pero también para dejar abierta una ventana más, si se alimentó con alguno de los tantos frutos del bosque no comestible, como el conocido “fruto del niño”, se podría haber intoxicado.
Pero esos rastros no fueron hallados en el estómago de Mariela. Lo tenía vacío. Solo agua. La asfixia por sumersión se produjo cuando ella estaba en estado agónico.
No descartan también que ella haya llegado hasta el dique Los Alazanes y se extravió en el camino de regreso. Su cuerpo no tiene golpes, apenas algún rastro de haberse caído sentada, y pequeñas lastimaduras típicas del roce con la vegetación serrana.