Salió campeón Francia porque hace años que viene trabajando con los juveniles, y tiene un proceso modelo en el trabajo de la selección mayor, y en lo personal me recuerda que los franceses tienen una carrera de administración pública, es decir que nadie entra a trabajar en el estado por amiguismo y sin haber estudiado.
Entre los sudamericanos, los que llegaron mejor fueron los más serios, Colombia y Uruguay, y los brasileños, que tienen tanto talento que siempre llegan mejor.
El otro gran equipo del torneo fue Bélgica, que tuvo un proceso muy parecido al francés, tomado del alemán. Precisamente, en Alemania confirmaron al técnico pese a que no pasó la primera ronda, pero le advirtieron que su error fue no haber renovado el plantel lo suficiente.
Fue el Mundial de la táctica, esto es, del estudio, del análisis de los rivales, de la preparación de los partidos, y eso no significó que se jugara feo, al contrario, muchos equipos jugaron lindo: Bélgica, Brasil, Francia, Inglaterra, España, con buen trato de pelota y planteos poco o nada especulativos. Y fuera de la elite también hubo equipos que intentaron jugar bien, como Marruecos, Arabia Saudita o Túnez. Incluso entre los defensivos, los que no tuvieron plantel para jugar al ataque, llegaron alto los que más y mejor trabajaron.
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Fue el Mundial de los equipos por sobre las figuras. No hubo un jugador descollante. Ni Modric, ni Mbappé ni Hazard fueron más que Croacia, Francia o Bélgica. Como dijo el técnico islandés antes del partido con Argentina cuando le preguntaron cómo iban a controlar a Messi: “Messi es el mejor jugador del mundo y nos preocupa, pero este es un deporte en el que juegan once contra once”.
Ninguna superestrella pudo resolver nada por sí sola. Messi y Cristiano Ronaldo se volvieron en octavos de final, Salah no puedo clasificar a su Egipto, Neymar se volvió en cuartos. Las estrellas que brillaron lo hicieron porque brilló la constelación de la que forman parte.
Los rusos organizaron un Mundial perfecto. En los estadios impecables la gente podía llegar un rato antes y sentarse cómoda en su butaca y al finalizar el partido en diez minutos estaba evacuado. La seguridad fue absoluta y a la vez amable, los medios de transporte rápidos, limpios y eficientes. Ignoro qué pensarán los rusos sobre el dinero gastado pero me animo a decir que sólo a un dirigente que no percibe o directamente ignora nuestra realidad se le puede ocurrir que nosotros podemos organizar uno así. Estamos lejos, muy lejos, y lo peor es que estamos cada vez más lejos.
Argentina salió último entre los equipos que clasificaron a la segunda ronda y fue el más multado por las amarillas de adentro de la cancha y los desmanes que causamos afuera. Triste realidad. Fuimos los peores del grado. Patoteamos a los hinchas rivales, tratamos con grosería a las mujeres rusas, nos burlamos de las otras colectividades, dejamos los baños de los estadios convertidos en chiqueros.
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Los sudafricanos, con Mandela como estandarte, usaron la pasión por el rugby para borrar la grieta enorme que el apartheid había dejado entre negros y blancos. Los belgas están haciendo lo mismo con el fútbol para unir al pueblo flamenco con los francoparlantes. En Argentina el fútbol no se usar para unir ni para aprender. Al contrario. Acá no pueden ir los hinchas visitantes a la cancha pero los líderes de todas las barras bravas no se pierden un solo mundial gracias a las entradas que consiguen oficialmente.
Acá los dirigentes ponen boletas de más en las urnas de las elecciones, disuelven los procesos que salieron bien como el de Pekerman y las selecciones juveniles, cambian de capitán de barco en medio de cada tormenta, habilitan a los soldados para que manden más que los generales, nombran generales ineptos para la batalla. A toda esa fiesta la paga más tarde o más temprano el estado.
Son muchos ítems los que nos ha dejado el Mundial para trabajar en el fútbol y en la sociedad. Temo que una vez más, no lo haremos. Que a partir de hoy vuelve el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.