Lula cometió un error en su reciente paso por China y Emiratos Árabes Unidos. Acusó a Estados Unidos y a la Unión Europea (UE) de “incentivar la guerra”, por ende los culpó de estar prolongando el conflicto que está destruyendo a Ucrania.
Por cierto, si los ucranianos no hubieran recibido el armamento que desde un primer momento le suministraron las potencias de Occidente, la guerra habría durado unos pocos meses. También es cierto que el conflicto armado continúa porque Ucrania sigue recibiendo armas norteamericanas y europeas. Pero si los países que integran la OTAN no hubieran enviado armas y municiones, un país invadido no habría tenido posibilidad de defenderse ante el invasor.
Es cierto que si Estados Unidos y sus aliados europeos cortaran ahora el suministro establecido desde el comienzo del conflicto, Rusia no sólo consolidaría su control sobre los territorios ucranianos que ocupa, sino que podría incluso retomar la ofensiva hacia Oeste para llevar sus anexiones a los territorios que se extienden de ese lado del rio Dniéper. Pero es absolutamente absurdo y totalmente injusto plantear como modo de acabar una guerra, que a una de las partes se la obligue a la derrota. Más aún si el bando perjudicado es la víctima de una invasión ejecutada con objetivos de expansión territorial y esgrimiendo mapas de viejos imperios.
La prueba de la inutilidad de la propuesta del presidente de Brasil está en la guerra de Bosnia Herzegovina. En ese conflicto de la primera mitad de los años noventa, el mundo aplicó un embargo de armas y municiones buscando obligar a ambos bandos a cesar las acciones bélicas por falta de armamentos y municiones. Pero para lo único que sirvió ese embargo fue para que las milicias serbo-bosnias pudieran avanzar en la brutal limpieza étnica contra la mayoritaria población musulmana. Ocurre que las fuerzas que lideraban los criminales Radován Karadzic y Ratko Mladic, recibían armas y municiones de Serbia, donde imperaba el impulsor de la construcción de la Gran Serbia: Slobodan Milosevic. Mientras que el gobierno bosnio encabezado por el presidente Alia Izetbegovic quedó maniatado frente a los agresores y no pudo evitar la ola de masacres que sufrió su pueblo, hasta que intervino la OTAN y derrotó a los serbo-bosnios.
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Lo más grave es que el presidente de Brasil hizo un cuestionamiento que equivale a presentar una idea de pacificación que resulta injusta y absurda, proponiéndose a sí mismo como mediador entre Ucrania y Rusia. ¿Cómo puede mediar en un conflicto alguien que ha tomado partido abiertamente por uno de los bandos? Y que Lula hizo su propuesta desde la vereda de Vladimir Putin lo prueba el hecho de que lo que propone es exactamente lo que sostiene el presidente ruso: a la culpa de la guerra no la tiene la potencia que invadió, sino el país invadido y las potencias que le proveen armas para que resista contra el ejército invasor.
Ni bien concluyó sus visitas a Beijing y Abu Dabi, el líder sudamericano empezó a corregirse. Quizá lo hizo caer en cuenta la bofetada retórica que recibió de Estados Unidos. El vocero del Consejo de Seguridad del gobierno norteamericano dijo que Lula “repite como un loro” el argumento de las usinas de propaganda del Kremlin. Y la verdad es que las frases que disparó en China y en Oriente Medio transportan al pie de la letra el razonamiento de Putin.
Cayendo en cuenta de que un estadista que aspire a ser protagónico en el escenario internacional debe representar posiciones propias, no ser vocero de otros, mucho menos del responsable de una criminal invasión por la que está recibiendo acusaciones de crímenes de guerra, Lula da Silva buscó corregirse y aclaró que su gobierno “condena la violación territorial” perpetrada por Rusia a Ucrania.
Hablaba junto al presidente rumano Klaus Iohannis cuando asumió una postura más acorde con la de un estadista que pretende mediar en un conflicto. Pero sus declaraciones anteriores parecen las que verdaderamente revelan la posición de Lula. Y esa posición está en la vereda de Putin.
Estados Unidos no está jugando el rol que dice estar jugando. No sólo le da a Ucrania las armas y municiones que necesita para mantener en combate, sino que está guiando las acciones militares de las fuerzas ucranianas. Es como el ajedrecista que observa el tablero desde afuera y mueve sus fichas. Esas fichas son las fuerzas ucranianas. Pero eso no justifica que Rusia haya iniciado una guerra atroz al invadir un país vecino. Putin está destruyendo Ucrania y causando miles de muertes, con el objetivo de llevar las fronteras de Rusia hasta las que lucía en los tiempos del imperio que encabezaba Catalina la Grande.