El presidente de Brasil tendría que explicar por qué asumió una posición de complicidad con el régimen de Nicolás Maduro.
Una cosa es proponer que Venezuela vuelva a los foros regionales, incluso que ingrese al Mercosur, y otra es hablar como si el régimen residual que dejó Hugo Chávez fuese víctima de una campaña de difamación internacional. Eso es ser cómplice, porque implica incurrir en un “negacionismo” inaceptable: la negación de visibles prácticas autoritarias y de crímenes denunciados por numerosos organismos de Derechos Humanos y probados y documentados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, bajo la dirección de Michelle Bachelet.
A la dirigente socialista que ocupó en dos ocasiones la presidencia de Chile, el régimen venezolano la descalificó ante el silencio de líderes de la región como el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa, el brasileño Lula da Silva y los argentinos Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Maduro y Diosdado Cabello la acusaron de estar al servicio de Washington, sin referirse a las pruebas y testimonios que había reunido la intachable y prestigiosa chilena.
Ahora, Maduro, su mudo coro de ángeles sudamericano y éste Lula que regresó a la presidencia de Brasil con signos de extravío político, guardan silencio sobre la nueva acusación de la ONU, que ya no lleva la firma de Bachelet y sobre la inhabilitación que, en realidad, proscribe a la figura de la oposición que hoy tiene más respaldo popular.
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También sería importante que las autoridades noruegas, país que pilotea las negociaciones que se desarrollan en México para reconducir Venezuela hacia la democracia perdida, se pronuncie sobre la proscripción de María Corina Machado, medida con la que el régimen muestra que no está dispuesto a realizar un verdadero proceso electoral pluralista.
Ya no es Bachelet la que firma denuncias de la ONU sobre los crímenes del chavismo residual. Ahora es Volker Türk quien está al frente del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Pocos funcionarios de la ONU deben estar tan capacitados como Türk para ese cargo. Empezando por su tesis doctoral, que versó sobre el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), organización que más tarde presidió.
Como funcionario de ONU cumplió misiones en países con conflictos en los que se violaron sistemáticamente los DD.HH. como Bosnia Herzegovina y la República Democrática del Congo.
Como Alto Comisionado para los DD.HH. Türk debutó con un informe que registra lo ocurrido en Venezuela entre el 30 de abril de 2022 y el primero de mayo del año en curso. Ese informe, además de describir una situación social calamitosa, denuncia la falta de respuestas por los 101 muertos que dejó la represión a las masivas protestas ocurridas entre 2014 y 2017, además de reportar más de trescientas denuncias de torturas y cientos más de malos tratos a los presos políticos en las mazmorras del régimen. Ergo, cambió el titular del brazo de ONU sobre DD.HH. pero no cambiaron las denuncias y las evaluaciones que describen la existencia de una dictadura en Venezuela.
A eso se suma que, como una burla a la negociación que se desarrolla en México, el régimen agrega a la lista de proscritos a María Corina Machado, la precandidata a la que las encuestas muestran como mejor posicionada para vencer al régimen en elecciones presidenciales.
¿Tan mal aconseja Celso Amorin al presidente de Brasil? Ese experto en relaciones internacionales que fue canciller en gobiernos anteriores y hoy es asesor especial de Lula ¿entenderá que lo que Lula está diciendo sobre Venezuela y también lo que calla, está afectando negativamente la imagen del líder brasileño?
Alberto Fernández está acompañando al jefe del Planalto en complicidad con el régimen de Maduro, que sólo se atreven a cuestionar, con dignidad y en vos alta, los presidentes de Chile y de Uruguay, Gabriel Boric y Luis Lacalle Pou. Pero el desprestigio del mandatario argentino le quita peso regional y mundial a su conducta. En cambio Luis Inacio Lula da Silva tiene una imagen que, con excepción del desprecio del conservadurismo duro, lo coloca entre las figuras más respetadas de la región. Y resulta incomprensible que ese capital político esté siendo sacrificado por defender un régimen como el que impera sobre los venezolanos.