Una vez más, un intendente de Córdoba asume mirando a una ciudad que tiene más problemas acuciantes por resolver heredados del pasado que a los desafíos estratégicos del futuro.
Martín Llaryora convocó al diálogo, los consensos pero no se privó de los detalles de la ciudad en emergencia que recibe, en especial en dos materias: el colapso ambiental por las cloacas y la contaminación de Bajo Grande y las severas dificultades financieras, que –según él– ponen en riesgo el pago a proveedores y las obligaciones salariales de fin de año.
Tuvo gestos claros hacia el peronismo que vuelve al poder en el municipio capitalino al reconocer el liderazgo de Juan Schiaretti y tributar un homenaje al fallecido José Manuel de la Sota.
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A Schiaretti ya expresamente lo había reconocido como jefe al armar un gabinete que refleja en la mayoría de las áreas la conducción de los ministerios en la la Provincia.
Cercanía
Pero el modelo que eligió Llaryora para mirarse en el espejo y medirse es el de Rubén Martí, el intendente radical ya fallecido que gobernó entre 1991 y 1999, el último que conserva un buen recuerdo entre los cordobeses.
El resto de los exintendentes vivos disputan por quién tiene imagen más deteriorada en la sociedad. En su gabinete hay exfuncionarios de Martí, como Guillermo Marianacci, y también en el equipo de asesores comunicacionales que encabeza Roberto Sposetti, equipo que comparte con Schiaretti, entre otras gestiones.
De Martí, Llaryora no sólo tomó el concepto de la descentralización sino también el de cercanía y en del demanda ciudadana concreta.
De Martí, Llaryora no sólo tomó el concepto de la descentralización sino también el de cercanía y en del demanda ciudadana concreta.
En una de las últimas charlas antes de su muerte, allá por 2013, Martí, que estaba colaborando con Ramón Mestre, decía que al intendente saliente le faltaba que su gestión fuese visibilizada por la gente.
Llaryora dijo que se enfocará en las cuestiones más palpables, como transporte, basura, alumbrado, plazas. De lo otro se ocupará el presidente y el gobernador, según el razonamiento de un intendente, que parece enfocado en una agenda muy local.
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Se ufanó de tener listo el ferrourbano y repitió lo que todos sus antecesores dijeron de trabajar en conjunto con los municipios del Gran Córdoba. Y, como Martí, Llaryora arrancó con un discurso que fue mucho más emotivo que conceptual.
La gravedad y urgencia de las grandes asignaturas pendientes de la Capital provincial son, a la vez, un enorme problema porque lo pueden llevar puesto como a sus antecesores pero también una gran oportunidad, ya que con muy poco podrá hacer diferencia y sumar adhesiones.