Me siento un gil. El lunes cuando me enteré que el incendio de Salsacate lo había generado un tipo por hacer un asado, lo primero que pensé fue "qué gilazo hacer semejante daño por un asado". Daniel hoy se siente un perejil.
Hoy salió en libertad, lo trataron como un delincuente. Un médico en un control dijo: "Está listo para ir preso el piromaníaco este". Le sacaban fotos, a los vecinos que lo ayudaron a contener el fuego le pedían que lo denuncien y así un montón de etcéteras que se propagan como el fuego con viento.
El primer prejuicio se me apagó el lunes cuando fui a cubrir el famoso incendio de Las Palmas. Un manchón negro alrededor de una casa era el del famoso asado. Diez kilómetros más al oeste, miles de hectáreas de palma ardían por un cableado que volteó el viento. Por ese no hay ningún detenido. Tampoco por el de La Cumbre, tampoco por el de Santa Catalina o el de Copina y así.
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A este infeliz (en el sentido literal) que cuidó cada detalle para que esto no pase, le pasó. Yo también hice un asado el fin de semana y cuidé cada de detalle. Hoy me dio miedo que las autoridades necesiten tener un detenido numero X para calmar la indignación que no se apaga.
A Daniel le da pena ver su campo quemado por su responsabilidad. Pero tampoco tendría que ser el gil por el que ardan las culpas de otros que andan sueltos como una llama un día de viento.
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