Es un mensaje de fuego y humo. Una alarma que anuncia de manera contundente la gravedad del cambio climático. Canadá sufre los peores incendios forestales de su historia, en el marco de una primavera con temperaturas inusualmente elevadas. En tiempo récord, 2.203 incendios devastaron casi cuatro millones de hectáreas, en uno de los países más fríos del mundo.
Hace dos años, en ciudades cercanas a Vancouver, la temperatura rosó los cincuenta grados y hubo muertes porque los hogares no están preparados para afrontar esos calores y carecen de acondicionadores de aire y ventiladores, porque jamás habían hecho falta.
Ahora, el humo de los bosques canadienses incendiados cubrió varios estados norteamericanos y quedó envuelta por una nube densa y oscura Nueva York, la ciudad del ex presidente que niega el calentamiento global y cuya primera acción como mandatario en el campo de la política exterior fue retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París.
Recientemente, incendios forestales insólitos por consecuencia de calores sin precedentes ocurrieron en los confines siberianos del círculo polar ártico. Verjoyansk es la ciudad de Siberia considerada uno de los puntos más gélidos del hemisferio norte. Pero en el 2021, de un invierno con más de 40 grados bajo cero, pasó a una primavera con temperaturas que merodearon los 40 grados.
Que inmensas extensiones de bosques ardan en Siberia, ha sido una señal tan contundente e inequívoca del cambio climático como los incendios canadienses que sepultaron en humo el noreste de Estados Unidos.
La presidencia de Trump puso el freno a las medidas tendientes a reducir las emisiones de gases con efecto invernadero. En Brasil, el país de la Amazonia, otro presidente negacionista, Jair Bolsonaro, había dado luz verde a la deforestación de bosques amazónicos para expandir sembradíos y actividad minera. Ambos presidentes negaron también el nivel de riesgo que implicó la primera pandemia global: el covid.
Argentina sufrió una sequía casi sin antecedentes, mientras se producían sequías similares en España y diversos puntos del planeta.
La cantidad y la intensidad de las alarmas que están sonando en el mundo entero, impone levantar la guardia contra el negacionismo climático que están difundiendo dirigentes políticos que emergen con el sello del anti-sistema en muchas democracias del mundo.
La mayoría de los exponentes del negacionismo climático promueven visiones ultraconservadoras. En casi todos los casos, dado el fuerte impulso que muestran en las encuestas, empiezan a ser rodeados por figuras más sensatas, la mayoría economistas o destacados empresarios.
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Fue el caso de Paulo Guedes, el ministro de Hacienda de Bolsonaro. Si bien profesa el liberalismo duro de la Escuela de Chicago, Guedes es un hombre inteligente y preparado para no caer en el extremismo delirante que implica la demagogia negacionista en el terreno del clima y de las pandemias.
Sin embargo, igual que en Argentina y otros países del planeta, esos técnicos y personas con prestigio que están subiendo a la ola del extremismo conservador y anarco-capitalista, empiezan a mostrar los límites de su responsabilidad al coquetear, o acompañar con silencios cómplices, los negacionismos de las figuras cuyo auge los depositará en posiciones de poder.