¿Eso qué significa? Por un lado, tiene que tratar de cambiar esas Lebac de plazos cortos por bonos más largos, como viene haciendo con las Letes del Tesoro, para lo que aplica el “torniquete monetario”, subiendo encajes y tentando con bonos que rinden en dólares 4 por ciento anual.
Pero además, tiene que convencer al tenedor de Lebac que se quede en esas letras, es decir, que le renueve la confianza y siga prestándole pesos. Recordemos que las Lebac fueron emitidas por el propio Banco Central porque cuando el ministro Luis Caputo traía los dólares de la deuda que tomaba, el Central le daba al Tesoro, pesos a cambio de los dólares que atesoraba como reservas. El Estado gastaba pero, como para que no se exacerbe la inflación, el organismo necesitaba “recuperar” esos pesos. ¿Cómo? Licitando Lebac: pidiéndole al que tiene pesos que se los preste, pagando rendimientos altísimos.
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Lo que no quiere el Central es que quien compró Lebac no renueve: porque entonces tendrá pesos y con esos pesos podrá comprar dólares (un problema porque está combatiendo la volatilidad) y tampoco quiere que haya demasiado consumo (aunque no admita eso), porque con mayor consumo se exalta la inflación. Por lo tanto, una renovación del 75 por ciento al 46,5 por ciento es una cifra de relativo éxito.
Significa que los inversores prefieren el rendimiento de las Lebac (alrededor del 3,5 por ciento mensual) porque creen que el dólar va a subir menos que 3,5 por ciento en un mes. A precios de hoy, significa que no esperan que pase de 28 a 29 pesos en los próximos 30 días.
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La cuestión es que esto plantea un escenario de persistencia en las tasas altas, lo que complica al comercio y hace impagables los préstamos personales, la financiación de las tarjetas, el descuento de cheques o el descubierto bancario. Así que pasó otro súpermartes, con relativo éxito. Hasta el próximo.